Patriotismos
El bloc del cartero
En pleno siglo XXI, y pese a la globalización económica y de la información, nos las vemos con este antiguo concepto de la patria y sus derivados, el patriotismo y los patriotas. Reclaman un protagonismo que no nos queda otra que gestionar, a la vista de su acreditada capacidad de influencia en los acontecimientos. La necesidad que plantea uno de nuestros lectores de desarrollar un concepto de patria lo más saludable y fecundo posible, ya que tenemos que contar con su persistencia, es un empeño al que todos estamos convocados y sobre el que nadie puede pretender, a estas alturas de la historia y el pensamiento, ostentar la facultad de imponerle a otro sus ideas, visiones o espejismos. La patria esgrimida contra otro es, ha sido y será una calamidad. La patria que acoge y suma bien puede no serlo.
LA CARTA DE LA SEMANA
Una sabia reflexión
Engullidos por una sociedad demasiado rápida e incoherente, mi abuela es para mí una heroína. Hace unos días, viéndome preocupada por temas de trabajo y por mi futuro, me captó con su mirada bondadosa y me espetó: «Nena, esto no es eterno y hay que dejar sitio para los demás». Lo dijo así, de repente. Y con esa frase lapidaria logró sacudirme todas las ideas que me taladraban, caprichosas y sin piedad, el cerebro. Como dice mi querida abuela, esto no es eterno, por ello intentemos que nuestra vida sea lo más feliz posible. Disfrutemos de las pequeñas cosas, que son en definitiva las que nos producen más satisfacción. Mi actividad favorita desde hace años es observar las puestas de sol en el cielo infinito teñido de naranja.
Se me antoja lo más maravilloso del mundo: «¿Quieres un bombón?». Mi abuela se metió el trozo de chocolate en la boca saboreándolo, tranquila y ajena. Adoro ese halo de paz y sabiduría que desprende, sin saberlo
Judith Díaz Taibo (La Coruña)
Por qué la he premiado…Porque, decididamente, hay que escu-char más a las abuelas, mientras las tenemos
Patriotismo o nacionalismo
La peor de las pestes de la modernidad es el nacionalismo entendido como exclusión y superioridad de razas o culturas. El nazismo, por ejemplo. Pero también el resurgimiento de los nacionalismos internos, vestigios de la época feudal y de los señoríos caducos. Sin embargo, el patriotismo como tal es muy diferente.
Amar la patria, como hecho histórico de un pasado en común, una tradición, una cultura, es muy positivo. Lo comprendí en París. Una ciudad emblemática, crisol de Europa y cuna del europeísmo. La primera estrofa de La marsellesa lo resume. «Marchemos, hijos de la patria». Y no es rancio. Es el resultado de sumar sentimientos y no odios excluyentes. Es importante diferenciar los conceptos.
Julio José Elías Baturones (Sevilla)
Aspiraciones independentistas
Escribió hace poco Juan José Rosales Sánchez sobre la lucha por la libertad de los americanos contra los españoles. Revoluciones de la España de ultramar contra la peninsular, llamadas hasta entonces las dos Españas. Qué curioso. Lo de siempre. El filósofo caraqueño Simón Rodríguez señalaba el levantamiento como un hartazgo de los americanos ante la falta de visión política del último Rey de España y la ambición de los propietarios y expone una anécdota. una queja dada por desahogo en el seno de una familia debió de iniciar la Revolución francesa.
La queja movió conversaciones, sobre estas se escribieron cartas, de las que salieron pliegos sueltos, y de pliegos cosidos se compusieron los libros, que llevaron a América la idea de libertad. Las aspiraciones independentistas triunfaron en las excolonias españolas a la fuerza armada enviada por la Península, pese a los esfuerzos de las Cortes de Cádiz de buscar otra vía, política y negociada. Si se quiere preservar, como queremos muchos, la unidad de España de modo definitivo, estamos a tiempo de un estupendo acuerdo político. Porque es una idea errónea que basta con el poder militar para meter en cintura definitivamente a nadie.
Pedro Gil Pondal, Getxo (Vizcaya)
Una anciana llamada España
Una anciana, apartada en el camastro de algún hospital. Asediada por malignos tumores internos y gangrenas, luchando contra el cruel y traidor exterior, mientras es olvidada por los que más deberían amarla. Esa anciana se llama España, ha hecho un camino glorioso y arduo, guarda secretos y vergüenzas, pero, aunque tal vez esté herida de muerte, no se rinde y lucha con los mismos arrestos de sus mejores tiempos. En su corazón laten montañas, ríos y mares. En su boca cantan coplas, jotas, pasodobles y sardanas. En su piel se reflejan sus años de historia y, pese a sus heridas, conserva su belleza escondida. Respira tramontana, cierzo y levante. Y sus ojos vidriosos miran con escepticismo al futuro e incredulidad al presente. Aún quedamos algunos que miramos con orgullo a esta anciana, comprometidos a cuidarla y contribuir a que las páginas de su próxima historia no sean desvergüenza para sus nietos. Porque a la misma que tanto nos ha dado no se la debe relegar en el olvido, más aún cuando las circunstancias que buscan hacerla caer ponen en ello tanto empeño.
Carlos Marqués Calvo (Zaragoza)
No es un capricho
En respuesta a la carta de la semana de Susana Aragón, del n.º 1613, debo aclararle que el hecho de mantener cerradas las ventanas en los hospitales no busca encarcelar a nadie. Más bien impedir la transmisión de gérmenes por el aire.
El aire en los hospitales precisa de un control exhaustivo del servicio de mantenimiento (control de la climatización) y del servicio de medicina preventiva (control de la calidad microbiológica del aire). Una ventana abierta altera la correcta circulación del aire, su temperatura, el grado de humedad y permite la entrada de contaminación externa. No es, por tanto, un capricho. Un hospital no es un hotel. La enfermera que quiso hacer una concesión especial contravino las normas, pudiendo provocar un problema para usted y para los demás pacientes. En vez de ver ‘barrotes carcelarios’ empiece a ver una pantalla de protección.
Dr. Vicente Zanón Viguer (Valencia)
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