Gigantes
El bloc del cartero
Somos impresionables y a menudo nos olvidamos de lo esencial. Elevamos a los altares de la banalidad a seres humanos con nuestras mismas flaquezas, o peores, e ignoramos en cambio a semejantes que nos aventajan en abnegación, esfuerzo y pundonor. Incluso cuando los tenemos al lado, tan cerca que no podemos decir que no los vemos. Sencillamente no los miramos, quizá porque la vista se nos va a una de las mil pantallas que nos la tienen permanentemente distraída con reflejos de lo que a menudo no existe (o existe de modo bien distinto de como nos lo muestran). A pararnos a mirar a esos gigantes invisibles, a esas personas que muchas veces en silencio hacen que la vida sea más digna de ser vivida, en todos los aspectos, nos invita esta semana una de nuestras cartas. No es un mal ejercicio.
LA CARTA DE LA SEMANA
Historia de mi primer bolígrafo
Tengo que remontarme al año 1948, cuando estaba cumpliendo el servicio militar en Madrid y sufrí un arresto de quince días en los calabozos de plaza del Regimiento León número 38 por faltas reincidentes en los servicios de la compañía. Allí existía una gran camaradería, y un día llegó un soldado al que habían cogido en el Metro robando y, entre otras cosas, llevaba un lápiz que escribía con tinta. Yo me quedé prendado y le dije que me lo tenía que vender y que le daría todo lo que yo tuviera, y en efecto tenía un paquete de comida en los bolsillos, unas setenta y pico pesetas. Cerramos el trato y nos comimos entre todos el paquete.
Me gustó más el bolígrafo porque tenía tinta verde, que he seguido usando y con la que escribo esta carta a los 92 años. Me permito informar de cómo se inventó el bolígrafo, allá por el año 1938: fue gracias a Laszlo Josef Biro, en Hungría, y le tuvo que ayudar un hermano suyo que era químico por la mucha dificultad en conseguir darle fluidez a la tinta para pasarla por la bola del final. Soy coleccionista de bolígrafos, con incontable número de ellos, y solo me falta el suyo, que espero merecer. Les quedaría eternamente agradecido.
Alejandro Martín Cascón, Plasencia (Cáceres)
Por qué la he premiado… Por ennoblecer con el afecto y el recuerdo ese objeto cotidiano, dándole alma y valor
Alcoa
Para algunos, Alcoa es solo el nombre de una multinacional del aluminio que cerrará sus factorías de La Coruña y Avilés. Pero yo asocio ese nombre con mi hermano político, José Manuel, que trabajó en la fábrica coruñesa casi cuarenta años sin coger una baja; que cada día se levantaba de madrugada para ir a su puesto; que hizo una labor eficiente al servicio de la empresa; que cuando le correspondió jubilarse pidió una prórroga para continuar un año más. Después, el alzhéimer lo fue sumiendo en una noche oscura y murió pocos meses antes de que su antigua empresa decidiera cerrar la fábrica a la que tanto tiempo dedicó.
Ojalá el tesón y la valía de quienes como él hicieron de ella una industria señera no caigan en saco roto y se dé marcha atrás al cierre que dejaría a cientos de eficaces trabajadores sin su forma de vida.
Pedro Feal, (La Coruña)
Mañana lo harán con nuestros hijos
En noviembre de 2015, en un viaje en autobús, descubrí a una menor de Sierra Leona que viajaba a mi lado y que estaba siendo traficada con fines de explotación sexual. Secuestrada, viajaba en contra de su voluntad a Vigo.
Le escondí un teléfono móvil y, tras varias noches sin dormir, recibiendo sus llamadas de treinta segundos de sollozos y terror, mi colaboración con la UCRIF sirvió para desarticular una red internacional. La Policía me felicitó y me dijo que me propondrían a una medalla al mérito civil, que era la primera vez que un ciudadano se implicaba así en un caso. El juez instructor quiso felicitarme también. Le dije que, «cuando se deja a personas sin escrúpulos ni respeto por la vida, su negocio lo harán hoy con los desprotegidos, pero mañana con nuestros hijos». Al leer las narraciones (filtradas en las escuchas del comisario Villarejo) de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, sobre el viaje a Colombia en el que, dijo, vio a jueces y fiscales que se iban con menores, y ante su falta de valor por denunciar ese delito, recuerdo por desgracia un poco mejor aquellas palabras que dije a la Policía y al juez.
J. F. P. (Correo electrónico)
A hombros de gigantes
Isaac Newton dijo: «Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes». Con esto señaló que la ciencia es una serie de limitados progresos, cada uno asentado en los anteriores. Meses atrás, tras el congreso anual de la Asociación Americana de Oncología en Chicago, le pregunté a un compañero que estuvo qué le había impresionado más. «Una conversación en los urinarios del hotel», me dijo. Un empleado se afanaba en reponer papel, limpiar y ordenar los elementos de la encimera del lavabo. Al salir, mi compañero le dijo: «Duro trabajo, ¿verdad?». El empleado respondió. «Sí, pero este trabajo es importante para que todo esté bien dispuesto para el cliente». Hace unos días, en la planta de hospitalización donde atiendo a mis pacientes, el familiar de uno de ellos me dijo: «De las cosas que más hemos agradecido estos días es la profesionalidad y cariño de los auxiliares que han limpiado y aseado a nuestra anciana madre». Un enfermo que no puede moverse de la cama por su fragilidad es aseado y limpiado con una técnica aprendida en el periodo de formación y perfeccionada con la práctica, pero que solo es útil si se aplica con el afecto del buen profesional. El empleado del hotel y la auxiliar del hospital también son gigantes. Gracias a sus hombros se construye una sociedad mejor.
José Vicente Quiles Latorre (Correo electrónico)
Reciclar
«Mamá, ¿tú sabes qué es reciclar?». «Lo que hacemos al tirar el vidrio al contenedor verde, el cartón en el azul y los plásticos y envases en el amarillo. Así se crea una especie de círculo en el que lo que empieza como envase, bien tratado, se puede volver a utilizar, y así todo vuelve a su origen». «Es que hoy en clase nos han enseñado un vídeo sobre los océanos, hay muchos de los plásticos que usamos y tiramos que acaban en el mar y forman islas flotantes, y con la fuerza del agua y del sol se van haciendo tan pequeñitos que los peces se los acaban comiendo. Si luego nosotros nos comemos a los peces, es otra forma de reciclar, ¿no?
Teresa Abad López de Guereñu (Vitoria)