Las tierras raras, no son tan raras, abundan en la corteza terrestre, excepto una. Pero es complicado separarlas de otros materiales y solo sirven si son puras, por eso hay tan pocas minas. Además generan un gran impacto ambiental. Por C. M.Sánchez
La minería de las tierras raras es compleja. No porque sea a gran profundidad. A veces solo hay que rascar el suelo unos pocos metros. Pero es un negocio sucio por su impacto ambiental. Paradójicamente, las tierras raras son necesarias para las tecnologías limpias y ‘verdes’, como lámparas led o molinos de viento. Pero sacarlas exige grandes cantidades de agua que queda contaminada y va a parar a ríos y lagos. Y para separarlas hay que disolverlas en ácidos, lavarlas, filtrarlas… «Producir una tonelada de tierras raras genera en torno a 10.000 metros cúbicos de gas residual que contiene dióxido de azufre, ácido fluorhídrico y sulfúrico; 75.000 litros de agua residual ácida y una tonelada de residuos radiactivos (torio y uranio)», calcula Prego.
En España existen tierras raras en los Campos de Montiel (Ciudad Real) y en la sierra de Galiñeiro, en la ría de Vigo, pero no se explotan precisamente por las razones mencionadas.
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