Ultras
EL BLOC DEL CARTERO
Se rebela un lector ante la idea de que cualquiera que manifieste ideas que no nos convienen quede descartado y hasta ridiculizado bajo la etiqueta de ‘ultra’. Se refiere a un caso concreto, pero el fenómeno se observa en todas las ideologías y direcciones. El prefijo, antepuesto a cualquier sustantivo que indique una posición ante la vida o una visión política, degrada a quien así se ve aludido a la categoría de detrito social, inútil para la toma de decisiones o la formación de mayorías legítimas. Sería deseable mayor contención al despachar estas descalificaciones; pero también sería preferible que sus destinatarios, a diestra y a siniestra, no se deslizaran tan fácilmente por ciertos toboganes. Lo advierte la carta de la semana: nos pierde el fugaz destacar, nos falta amor a la sabiduría.
LA CARTA DE LA SEMANA
Con un solo remo
Tengo treinta años y soy profesora de Latín y de Filosofía. Cada día me levanto saltando de la cama: me hace feliz encontrarme con mis compañeros y alumnos; tengo mejores y peores días, claro, y es en estos últimos cuando me levanta del suelo el abrazo de un alumno o un «me ha encantado tu clase de hoy, profe». Hay días que contemplo con tristeza cómo muchos de mis alumnos admiran a influencers, ‘tronistas’, ‘opinionistas’ y demás jóvenes que han saltado a los medios pregonando una vida fácil, todo ostentación, fiestas sin hora de regreso, ingresos inconmensurables a golpe de bolo, rumor de haberse encamado con tal o cual y otras formas de ascenso a la fama. Encuentro serias dificultades en dar clases de Historia de la Filosofía o Literatura intentando defender que la cultura es el bien intangible que más nos engrandece y dignifica. ¿Cómo transmitir mi amor a la sabiduría y la idea de ganarse la vida con la vocación y el esfuerzo si en los medios se pregona el dinero fácil sin necesidad de exámenes, lecturas ‘obsoletas’, títulos, oposiciones y noches en vela? Yo seguiré trabajando, haciéndolo lo mejor que sé, aunque mi sueldo no sea estratosférico. Se puede llegar a puerto con un solo remo.
Elena Mahave Ayala, Logroño (La Rioja)
Por qué la he premiado…Porque su pregunta es la que todos deberíamos hacernos, y en su respuesta alienta tal vez la única, la más sólida y valiente de las esperanzas.
Los ultras
Vivimos tiempos en donde a quien defiende una idea, una convicción o una ideología, si no es ‘afín’ con lo que piensa la mayoría social, se le etiqueta de ‘ultra’ seguido del adjetivo o sustantivo que proceda. Si se defiende la vida en todas sus facetas o el matrimonio entre hombre y mujer, se es ‘ultraconservador’. Quienes van contra el laicismo y profesan su fe sujeta a los Evangelios son ‘ultracatólicos’. Los que preservan la unidad de España y el ordenamiento constitucional sin dar concesiones a interpretaciones torticeras son ‘ultraderechistas’. Todo ciudadano que va contra el relativismo y el pensamiento único es tildado de ‘ultra-no sé qué’, con la consecuente estigmatización y caricaturización por el mero hecho de vivir conforme a sus creencias y la coherencia de sus valores. Estos ‘ultras’ resultan incómodos para los órganos de poder que se empeñan en atesorar una masa social acrítica y pusilánime, fácil de manipular. Este contexto puede provocar un ictus en las democracias modernas al estrechar la arteria de la libertad. Disolver las ideas que comprometen con trivialidades y apetencias según la situación no es razón suficiente para catalogar de ultras a quienes, yendo a contracorriente, merecen el mismo respeto que los demás.
Vicente Franco Gil (Zaragoza)
El plagio de las tesis doctorales
Durante más de siete años he sido profesora en la Facultad de Ciencias de la Comunicación y el Instituto Europeo de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela, de la que tengo muy buenos recuerdos. El primer día de clase siempre he defendido la tesis en la que creo: en primer lugar, ejercer la enseñanza es un gran privilegio, ya que al estar en minoría en relación con el número de alumnos, ‘egoístamente’ adquirimos un mayor número de conocimientos, transmitidos por ellos al ser mayoría; y, en segundo lugar, que nuestra docencia subjetiva deben valorarla en un 50 por ciento, ya que el otro 50 de objetividad lo tienen que aportar ellos mismos. El estudio tiene que ser un esfuerzo compartido entre el profesor y el alumnado. Estoy muy indignada con las recientes informaciones de las tesis doctorales plagiadas. No se puede generalizar. El título de doctor, máximo reconocimiento académico, requiere años de esfuerzo y estudio, con un único objetivo de gran responsabilidad: formar a los hombres del futuro. Quiero elogiar a la exdirectora general de educación concertada, becas y ayudas al estudio de la Comunidad de Ma-drid Concepción Canoyra por presentar su dimisión tras desvelarse que se doctoró con una tesis que contiene copia de párrafos enteros. Pero no son de recibo sus declaraciones de que «hay alguna frase copiada, como en todas las tesis» ni su contundente afirmación «como en el 99 por ciento de las tesis de este país». Tendríamos que recordarle que «cree el ladrón que todos son de su condición…».
Ana Lucrecia Baschwitz Gómez de las Bárcenas (Madrid)
Los árboles buscan un rey
Entre los varios géneros literarios que componen la Biblia –histórico, poético, sapiencial, epistolar, mítico, apocalíptico–, solo existe una fábula. Narra cuando los árboles quisieron elegir un rey. Primero buscaron al olivo, que se excusó diciendo que no era bueno dejar de dar aceite a dioses y hombres para ir a «mecerse sobre los árboles». Fueron después a la higuera y también rechazó lo de «mecerse sobre los árboles». Quería seguir ofreciendo su dulce fruto. Se llegaron entonces a la vid, que respondió que no dejaría de producir su vino para empeñarse en otros menesteres. Finalmente, dijeron al espino: «Ven tú y reina sobre nosotros». El espino sí estaba dispuesto a reinar, advirtiendo que, de no cobijarse bajo su sombra (eufemismo del sometimiento), saldría un fuego de él que devoraría los cedros del Líbano. Siempre ha habido personas de gran talento. Desafortu-nadamente, es algo tan actual como antiguo que tales personas no se hayan dedicado al gobierno. En cambio, nada nuevo bajo el sol, son habitualmente los mediocres quienes buscan gobernar, y son también quienes conducen a los pueblos a la catástrofe.
Rubén Rodríguez Rubio (Pamplona)
Rebajar la tensión
Desde la perspectiva del presidente norteamericano, la situación, tras los ataques del 14 de septiembre contra dos refinerías en Arabia Saudí, es la inversa: no puede desairar a sus aliados saudíes, pero lo último que le interesa para su reelección es una nueva escalada bélica, cuando justamente llegó al poder con la promesa de reducir la presencia militar americana en Oriente Medio. Arabia Saudí e Irán libran una cruenta guerra en el Yemen, Siria o el Líbano. Washington ha tomado partido. Pero ahora Trump parece empezar a comprender que, después de todo, no estaba tan desenfocada la estrategia de Obama y Europa que llevó al acuerdo nuclear con Teherán. Puestos a asignar roles de buenos y malos, la respuesta no es tan sencilla. Y lo que beneficia tanto a Occidente como a los habitantes de la región es más bien rebajar la tensión.
J. D. Mez Madrid, Olot (Girona)
El ascensor social
Se suele llamar ‘ascensor social’ a la capacidad de las personas de progresar en su vida: mejorar sus condiciones de vida y las de su familia y, a su vez, dar mejores oportunidades a sus hijos. Parece esto un derecho o, al menos, una misión loable y de la que se beneficia el conjunto de la sociedad. Recientemente se ha hablado de que el ascensor está estropeado. Pero yo me pregunto: ¿qué maneras hay de progresar en la vida? ¿No es acaso el trabajo la más honrada? Pienso que cualquiera diría que sí.
“¿Tiene sentido que quienes quieran progresar se enfrenten a unos impuestos abusivos?”
¿Tiene sentido que aquellos que quieran progresar en su vida se enfrenten a unos impuestos abusivos y se los prive de casi la mitad de lo que producen? ¿Tiene sentido que a quien quiera emprender se le pida pagar antes de haber facturado el primer euro? ¿Alguien piensa que se puede progresar individual o colectivamente a base de impuestos y subvenciones? Entonces pienso: ¿está estropeado el ascensor o lo han dejado fuera de servicio?
Víctor Laiz (Madrid)
Longevidad
Cada día que pasa, observamos cómo nuestra sociedad va prolongando sus años de existencia. A ello le llamamos ‘longevidad’. También dentro de esa mayor duración de la vida, cada uno de nosotros tenemos a nuestro alrededor a familiares o amigos que sufren dolencias físicas y mentales, motivadas por el citado alargamiento en la vida. Es el precio que estamos pagando como sociedad, al carecer de experiencia con generaciones precedentes. Es todo un reto solucionar estas dolencias. En particular, la soledad, que se está incrementando notablemente y, en especial, en la llamada ‘España vaciada’. Los poderes públicos deberían reflexionar sobre ello. Hoy disponemos de tecnología de comunicación eficaz, que puede dar solución a este problema. Los políticos, en su afán de dirigir a la sociedad, deberían ponerse manos a la obra para facilitar los medios y la formación a estas personas. De paso, daríamos trabajo a las nuevas generaciones, adecuadamente preparadas en esta materia; incluso podrían tener la oportunidad de volver a llenar estos pueblos vaciados. Tenemos medios y recursos humanos suficientes. Es cuestión de voluntad política.
Pedro Marín Usón (Zaragoza)
Miopía o ceguera
Los niños que inician su escolaridad ahora serán profesionales, crearán sus familias en 2045. La mayoría de plantaciones, inversiones, investigaciones tecno-científicas de hoy empezarán a dar algún resultado en tres, diez o quince años. Las medidas adoptadas sobre medio-ambiente o demografía en 2020 se hacen con el horizonte del 2050. La creación de grandes infraestructuras requiere una década para culminarlas. Ciertamente, vivimos en la inmediatez para satisfacer nuestras ansias e impaciencias, la cultura de lo efímero, lo pasajero. Pero los procesos importantes exigen su ritmo. Así sucede con la Política, con mayúscula, no confundir con el politiqueo. Cuando las metas electorales se suceden en meses, las propuestas políticas no pasan del titular, la soflama y el tuit. Necesitamos serenar el debate para dar cabida a la reflexión que genere ideas, planes, políticas de largo alcance. Transitamos por un tiempo incierto y oscuro. Conviene, pues, usar las luces largas, la previsión, la planificación capaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes. Bienvenida sea la inteligencia en detrimento del márquetin socio-político. Los líderes políticos y sus equipos no pueden improvisar mágicas soluciones a todo lo anterior, pero sí pueden pactar tiempos y métodos en que participen un elenco de agentes capaces de alumbrarlas. Evitemos que nuestros políticos sufran de miopía o caigan en la ceguera (en ocasiones por sus enormes egos). En ello nos va el futuro.
Pablo Rivero San José (Zaragoza)
Los robots ya están aquí
Marvin Minsky, el padre de la Inteligencia Artificial, dijo una vez: “Las máquinas podrán hacer cualquier cosa que hagan las personas, porque las personas no son más que máquinas”. La mayoría de la gente piensa que los robots son máquinas sin alma, pero algunos ya tienen la capacidad de pensar y sentir empatía con los humanos. Parece que la realidad ha superado la ficción. En menos de cien años hemos pasado de una sociedad rural a otra hiperconectada y globalizada. Aunque la humanidad está empezando a reconocer las implicaciones positivas de esta revolución tecnológica, se ha instalado un clima de miedo e inseguridad con respecto a la repercusión que tendrá en el empleo y en las relaciones humanas. Con el objetivo de poner fin a este sentimiento común de indefensión, la Unión Europea decidió legislar. En 2017, el Parlamento Europeo comenzó a elaborar unas normas sobre la utilización de la Inteligencia Artificial que contemplan la relación entre humanos y robots, la igualdad en el acceso a la robótica y el tratamiento de los datos. La entrada en vigor hace un año del Reglamento General de Protección de datos reforzó aún más la privacidad de los usuarios. Estamos viviendo el futuro que tantos libros y películas vaticinaron. Los robots ya están aquí y es el momento de dictar las normas que garanticen su convivencia con los humanos, porque esto ya no hay quien lo pare.
Paula Santolaya del Burgo (Madrid)