Memoria
EL BLOC DEL CARTERO
Estaba en un lugar de honor, en un monumento algo más que aparatoso que es, además, patrimonio del Estado. Disguste a quien disguste, no es el emplazamiento para un personaje histórico que prolongó por cuatro décadas un gobierno basado en valores contrarios –en algún caso, gravemente contrarios– a la constitución que, a su muerte, ya que antes no lo permitió, quisieron darse los españoles. Mover a Franco era un engorro: el 24 de octubre, hace veinte años y dentro de diez. Al final se ha hecho, los modos siempre cabrá cuestionarlos, y es dudosamente un triunfo por más que haya quien como tal lo exhiba. En la discreción de un panteón familiar, en cualquier caso, es más fácil abordar la tarea de perfilar la memoria de alguien a quien no puede obviarse. Una memoria que sirva para construir futuro.
LA CARTA DE LA SEMANA
Fantasía o realidad
Esta semana, una amiga tuvo la mala suerte de sufrir acoso en un autobús. No lo describiré porque da igual qué tipo de acercamiento/tocamiento/verbalización fuera: no fue consentido. Y eso es acoso. Por mucho que intentó escabullirse con miradas asesinas, empujones o alejándose, no se pudo librar. No es que sea desagradable: es repugnante. Aquí hay varios problemas. El primero: esta sociedad nos ha enseñado a pensar: «Bah, no será para tanto», «me habrá parecido a mí», «seguro que no se da cuenta». Pues sí. Empecemos a creerlo, nos están acosando, es real, no está en nuestra imaginación. El segundo punto es que decimos: «Bueno, me acaban de acosar, pero tendrá que haber una solución que no sea ponerme a gritar en el autobús». Denunciar. Y aquí lo gracioso: cuando mi amiga lo denuncia, la compañía de autobuses le responde, dos días después, que ese día, a esa hora y en esa línea las cámaras no funcionaban. Que dan error. ¿Disculpen? Ustedes venden una falsa seguridad. Así que, tal y como le dijeron los policías a mi amiga (que gracias a Dios la creyeron y se lo tomaron en serio), por favor, denunciad. Así quizá la seguridad de nuestras ciudades pase de ser una fantasía a una realidad.
Alba Rodríguez Carrera, Pasajes de San Pedro (Guipúzcoa)
Por qué la he premiado… Porque hay costumbres que necesitamos perder y soledades que tienen que dejar de serlo.
Pobres jóvenes inconscientes
Un tópico cierto: la vida es un regalo. Haber nacido en esta época en Europa, acunados por las libertades y derechos que nos otorgan las leyes, resulta para la mayoría un regalo perfumado envuelto en celofán. Desde su inicio, la humanidad ha sufrido epidemias, guerras, hambrunas, explotación infantil, esclavitud. Los protagonistas de este escrito van a evitar –solo por casualidad– todas esas desgracias aún presentes en muchos países, sin siquiera ser conscientes de esa suerte. En una ciudad de las mejores del mundo, en un país de los mejores del mundo, he constatado cómo jóvenes, con sus móviles y su ropa de marca, unos pacíficamente y otros con violencia, protestaban en la calle, imbuidos de a saber qué ideas revolucionarias en busca de a saber qué libertades, basadas ambas en una revisión nacionalista de la historia, inculcada por a saber qué educadores de medio pelo. Yo les aconsejaría que valoren la suerte de haber nacido donde han nacido, con la libertad de identificarse con su ciudad, con su comunidad autónoma o con su país –o con ninguno de ellos– en el grado y la intensidad que ellos elijan, que tener un DNI es mera cosa administrativa.
Josep Sans Hernández (Barcelona)
La vida en blanco y negro
¿Es el pasado siempre presente? Hasta hace pocos días, siempre pensé que éramos capaces de dejar atrás lo que nos impedía avanzar, ser mejores. Pero en los últimos días, palabras, gestos, símbolos e imágenes de distintos rincones de nuestro país me hacen vivir una constante película en blanco y negro en la que el odio y la venganza entre iguales prevalecen frente a problemas reales, que nos afectan hoy: la falta de empleo, su precariedad, la educación, esta última gran olvidada, y la única capaz de evitar repeticiones históricas innecesarias. Recuerdo ahora las palabras del joven Danny en la épica American history X: «La vida es demasiado corta para estar siempre cabreado». Quizá deberíamos planteárnoslo.
Yolanda López-Muñoz Rodrigo (Madrid)
Soledad momificada
El nuevo de hallazgo de un cadáver momificado de una mujer octogenaria que falleció en su vivienda hará unos quince años revela, una vez más, el aislamiento de ancianos, el desafecto y el edadismo como esterotipificación de personas y colectivos en razón de su longeva edad, reabriendo un debate acerca de la eticidad. Nadie la echaba de menos. Pagaba puntualmente sus recibos domiciliados por los consumos domésticos. No hubo atisbo de humanidad ni resquicio de sensibilidad. Murió en la más absoluta soledad. Es la cruda realidad, la cronificación del aislamiento. Nadie se ocupa ni preocupa por el convecino. Es el nihilismo de una sociedad cada vez más individualizada que propicia el indiferente ostracismo en las personas de avanzada edad en un olvido censurable. Es preciso fomentar la concienciación pública sobre la problemática de la descarnada soledad.
José María Torras Coll, Sabadell (Barcelona)
Nunca es tarde
Por fin, tras 44 años, este país ha empezado a cerrar heridas con la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos. Esas heridas no se están reabriendo, como dicen algunos: para eso deberían estar cerradas. Pero, por desgracia, siguen abiertas: los muertos causados por Franco siguen enterrados en las cunetas, no se ha investigado a su familia, poseedora de una gran fortuna a costa de la dictadura, y ningún responsable ha sido juzgado (a diferencia de otros países) por dar un golpe de Estado, por causar una guerra civil con miles de muertos y por mantener una dictadura represiva durante casi cuarenta años. Es necesario seguir ejecutando la ley de memoria histórica, se lo debemos a los que con su vida lucharon contra la dictadura y ganaron para nosotros la democracia.
José J. Castro Mencía, Miranda de Ebro (Burgos)
Delito medioambiental consentido
Los partidos antisistema e independentistas como EH Bildu o la CUP llevan como bandera la lucha por el medioambiente; incluso en donde gobiernan hacen recogidas de basura biológica selectiva, puerta a puerta, los días que toca, limitan el tráfico en las ciudades, demonizan a los coches diésel, gastan miles de euros en carriles bici infrautilizados y mal planeados. Pero no he visto ni media crítica de ellos hacia los energúmenos que han quemado más de mil contenedores en Barcelona, emisiones perjudiciales que contaminan el aire con dioxinas y ponen en riesgo la vida de las personas y animales que hay alrededor. Aquí añadiría que a los animalistas tampoco se los ha oído; estarán pidiendo a los jueces una orden de alejamiento de los gallos que conviven con gallinas indefensas.
La CUP lucha por el medioambiente pero ni una crítica a las emisiones de la quemas en Barcelona
Las dioxinas son altamente tóxicas y causan graves problemas de salud, incluyendo la infertilidad, problemas de aprendizaje, endometriosis, trastornos de la reproducción sexual, defectos de nacimiento, daños en el sistema inmunológico y el cáncer, pues, según la Organización Mundial de la Salud, las dioxinas están entre los carcinógenos más dañinos. Seamos coherentes con lo que predicamos y a todos los que queman contenedores que también se los juzgue por delito ambiental y contra la salud pública.
Antonio Martín Tomás (Zaragoza)
Un trabajo bien hecho
Durante el verano es muy habitual que en los medios aparezcan agradecimientos a ciertos colectivos. Que ensalce su dedicación y esfuerzo en sus actuaciones, muchas de ellas mediáticas. Y yo ante esto nada tengo que objetar: se lo merecen. Pero sí quiero añadir que en realidad lo que hacen es su trabajo, trabajo que, entiendo, eligieron; se les da formación y recursos, y reciben un salario. Para que todo esto se produzca, existe un organismo en España que se dedica a recaudar los impuestos; con un colectivo de trabajadores que tienen que poner su esfuerzo para que esto ocurra. También reciben formación y un salario. Quiero agradecer desde este medio a todas las personas que se toman en serio el trabajo que desempeñan, tengan o no actuaciones mediáticas. Y más concretamente, a mis compañeros, que nunca recibirán ese agradecimiento y que dedican su esfuerzo a realizar un trabajo bien hecho.
P. A. (Correo electrónico)
El alpinismo sin fin
Hoy he leído la carta Cumbres bochornosas, en la que se critica a los políticos por su incapacidad. Y básicamente estoy de acuerdo. Pero hay una frase que no comparto. Dice la carta: «Porque como muy a menudo sucede con el alpinismo, ha devenido en una disciplina a la que suele concurrirse con mucho gasto, poco provecho y ningún fin». Creo que la expresión está sujeta con sargentos para soportar el juego de palabras del artículo. Solo me quedo con «… y ningún fin». Yo no soy alpinista, pero soy montañero habitual y conozco un poco este mundo. Y cuando alguien se enfrenta a un monte es porque está ahí, porque te reta, porque te tapa lo que hay detrás y, además, no hay mejor sitio para declararse, ni más apropiado para despedirse de esta vida. Mi tío se despidió de su querido monte a 1150 metros, con 70 años, descorchando un Champeti y encendiendo un Farias. «Sabía que no podría subir más y nos despedimos como se debía». Eso me dijo el tío. El alpinismo y montañismo no tienen un fin, tienen un sinfín de motivos, razones y anhelos.
Eugenio Urcelay (Correo electrónico)
Ampara la violencia
A medida que pasan los días, el descontrol institucional se agrava en Cataluña por la permanente fuga hacia delante del presidente de la Generalitat, Quim Torra. Ha vuelto a anunciar que en los próximos días el Parlamento de Cataluña abordará «el derecho de autodeterminación sin límite». Y para añadir una muestra más de la esquizofrenia en que ha metido a las instituciones catalanas, Torra ha anunciado que va a investigar a los Mossos por su modo de reprimir las protestas. En un momento en que las fuerzas de seguridad necesitan todo el sostén y el amparo de sus mandos políticos, quien es su jefe sitúa a los Mossos d’Esquadra en la diana y con ello ampara la violencia de los radicales en la calle.
Pedro García, Sant Feliu de Guíxols (Girona)