Futuro
EL BLOC DEL CARTERO
Los lectores empiezan a mirar al porvenir, porque lo hay, al menos para quienes no figuran entre los miles de bajas definitivas que ha provocado el virus. Más oscuro o más despejado, más prometedor o más acuciante, más esperanzado o más dolorido. En los días que vienen se hace necesaria la esperanza, pero tampoco podemos olvidarnos del esfuerzo, el rigor, la solidaridad, la inteligencia y el afecto, a quienes han salido peor parados y son nuestra primera responsabilidad. No estará de más sumarle al guiso algunas gotas de comprensión e indulgencia, incluso con los adversarios y con quienes se equivocaron; pero tampoco cabe proscribir la sana crítica ni dejar de indagar las sombras y perplejidades que nos señala. El ánimo es, como casi siempre, lo principal. Reconstruir o corroer, esa es la cuestión.
LA CARTA DE LA SEMANA
Aún somos
Cuando vimos que las personas de más de 50 años tenían dificultades para encontrar trabajo, nos dijimos: «Serán cuestiones económicas». Pero había algo más, empezaba la pérdida de valor de los mayores. Después, nos jubilamos, pasamos a cobrar una prestación. Y nos convertimos en invisibles, en prescindibles. Hubo un momento de consideración en la crisis anterior. Se reconoció nuestra ayuda a hijas, hijos, nietas y nietos en apuros. Y, de pronto, llegó el coronavirus. Y nos convertimos en algo peor: en un colectivo de riesgo. Primero, minimizaron su letalidad porque solo nos afectaba a nosotros. Luego, nos confinaron. Y así hemos estado más de dos meses, con hastío y desesperanza. Y miedo. Sabiendo que, cuando llegas al hospital, tu cuerpo puede no merecer la ayuda mecánica necesaria. Y ahora nos dejan salir de casa, pero no para ver a nuestra gente, sino para pasear alrededor de la manzana, en rebaño. A los jubilados se nos considera una carga, pero aún servimos. Podemos ser actores y no simples figurantes. No nos comportamos como parásitos. Tenemos inteligencia y experiencia. Por favor, considérennos al menos como ciudadanos. Aún somos.
Fco. Javier Santamaría Zapata (Correo electrónico)
Por qué la he premiado… Porque el recordatorio no dejará de sacudir a quien tenga conciencia.
Destruir menos
La crisis nos golpea a todos, sin diferenciar colores ni banderas. Los ciudadanos, de diversa ideología, buscamos lo mismo: sobrevivir. Hablo por ello a todos los partidos, y aun más a los que ven los toros desde la barrera. Es tiempo de dar ejemplo y unir fuerzas por el bien común. De construir más y destruir menos. No me creo que haya un miembro del Gobierno que no actúe de buena fe. Hay cosas que se podían haber hecho de otro modo y quizá haya habido falta de conocimiento o información. Pero es ahí donde debe entrar el apoyo de las demás fuerzas políticas. No sirve tirar por la borda cualquier acto por no haber sido uno el protagonista. Por favor, abandonen el ego. ¿No ven la oportunidad que tienen de revertir su reputación?
David lópez Reyes, Castellvell del Camp (Tarragona)
No entiendo
¿Por qué se resisten a facilitar el número total de muertos (sanitarios y mayores en las residencias)? ¿Por qué los perros han sido el mejor salvoconducto para salir a cualquier hora? ¿Por qué se ocultan los nombres de los expertos que deciden por la población? ¿Por qué en este periodo se crean 25 nuevas direcciones y altos cargos a dedo? ¿Por qué se nos provoca nombrando a un representante de las FARC como vicepresidente de la Comisión para la reconstrucción nacional? ¿Por qué la mayoría de parlamentarios y asesores, casi de vacaciones, aún cobran sus sueldos íntegros, mientras que al resto se nos aplica un ERTE? ¿Por qué los autónomos, las pymes y la empresa privada sufrirán los terribles ajustes de la crisis y la Administración pública no recorta sus ineficientes y repetidas estructuras? Sepa nuestro deplorable Gobierno que así llegará Europa y nos tendrá que hacer los deberes.
Pablo Domingo Vela Boullosa (Valencia)
La tormenta y el SEPE
Jamás ningún mar en calma hizo buen marinero. Cuando uno pertenece a una tripulación que se ve envuelta en la peor de las tormentas, no piensa en abandonar el barco ni en que otra dotación sujete jarcias y cabos, suelte velas o bogue cuando más se lo necesita. No, hasta el último hombre o mujer a bordo, todos, sin importar galones ni buscar medallas, solo piensan en llegar a buen puerto. No ha salido el sol y ya pensamos en una nueva singladura llena de adversidades y continuos cambios de rumbo. Porque este barco sin banderas, pues nuestra bandera es la de toda la ciudadanía, no se hunde y solo mira atrás si un náufrago grita que se queda abandonado. Esto no es un crucero: estamos con las manos en los remos hasta que haga falta, palada a palada, expediente a expediente, persona a persona, aun cuando sangren… y sangran. A mis compañeras y compañeros, gracias por seguir hasta el final y hacerme sentir orgulloso de estar en esta tormenta, con este barco, en la mejor de las tripulaciones que el Servicio Público de Empleo Estatal podría tener.
Benito M. Barreiro Enríquez (Vigo)
Nosotros, los ilusos
Poco después de comenzar esta increíble tragedia de la pandemia, algunos pensábamos que nos serviría para darnos cuenta de cuáles deberían ser nuestra prioridades en el futuro. Si bien es cierto que en nuestra clase política no esperábamos grandes cambios, la forma en que han llevado la gestión no ha podido ser más lamentable. Hoy día, a los que salimos a aplaudir a los que se han mantenido en primera línea de esta lucha nos sorprende que aunque siguen reclamando material sanitario, este se destine a deportistas con el fin de que pronto se pueda retomar la liga de fútbol. Vuelve a primar la economía por encima de la salud de los ciudadanos. Esperemos que en la crisis futura nuestros gobernantes recapaciten y se tomen en serio su trabajo. Hoy, cuando aún no hemos visto la salida, es el momento de grabar con fuego en nuestra memoria a los que realmente nos están ayudando a volver a retomar nuestras vidas. Si en el futuro alguien pretende dejarlos de lado, no salgamos a los balcones: salgamos a la calle y demostremos que jamás olvidaremos lo que han hecho por todos nosotros.
Jesús María Perosanz Benedited, Eibar (Guipúzcoa)
Relean literatura
Jean Claude Carrière recuerda en El círculo de los mentirosos lo que le dijo un día Oliver Sacks, el famoso neurólogo, acerca del tipo de persona considerada como normal: aquella capaz de contar su propia historia, que «sabe de dónde procede (tiene un origen, un pasado, una memoria ordenada), sabe dónde está (su identidad) y cree saber adónde va (tiene proyectos, y la muerte al final)». Habla de aquello que también dijo Aranguren de que «somos, o al menos nos figuramos ser, nuestra propia novela». Para merecer esa consideración necesitamos historias que nos ayuden a saber qué lugar ocupa nuestro relato dentro de lo que percibimos como normalidad (por cierto: muy gracioso eso de la ‘nueva normalidad’, como si se hubiera ido ‘la vieja’). Así que busquemos las mejores historias en aquellas novelas que nos gustaron y contribuyeron a nuestra formación personal. En su relectura va a aparecer esa criatura que dialoga permanentemente con nosotros, solo que ahora recordándonos sensaciones confundidas o perdidas. Hablemos con ella y abramos páginas olvidadas de nuestra vida releyendo literatura. Es un buen momento y resulta reconfortante. El que lo probó lo sabe.
Miguel Martínez Renobales, Sancibrián (Cantabria)
Resiliencia
Es innegable que hay notas ‘orwellianas’ en la situación que estamos viviendo. El hecho de nombrar la molesta realidad como ‘Nueva Normalidad’ es inquietante. Se ha dado el abandono de las formas clásicas de régimen representativo democrático para caer en un liderazgo o protagonismo absoluto de élites científicas, epidemiólogos, sociólogos y expertos en gestión de crisis de extrema urgencia. Hemos pasado a una especie de democracia deliberativa, de traslación de grandes mensajes por parte de los líderes a la ciudadanía expectante. Esperemos que se siga dando mucha más importancia a la ciencia, al conocimiento, no orillando jamás el elemento humano concreto, más allá de la lectura fríamente instrumental de la realidad. La gente, al menos, en España, se ha dotado de recursos ingeniosos y simpáticos para intentar pasar la reclusión de la mejor manera posible. Es cierto que hay una generación de personas, que ahora tiene en torno a los 30 años, que solo ha visto cómo sus sueños de despegue humano y profesional se han trastocado. Pero todo se arreglará. Hay que seguir siendo positivos, pues de la bilis negra y el hundimiento moral nunca se ha sacado nada. Sin olvidar a grupos vulnerables y a los ancianos; rindiendo homenaje a las personas que han fallecido, todas ellas pérdidas humanas irreparables. Toca levantarse, ser resilientes. Mantengamos alto el pabellón de la esperanza informada, en democracia.
José Luis López Tamargo (Oviedo)