Yemen
El bloc del cartero
Uno de esos lugares olvidados, un país convertido en campo de batalla de otros, reducido a puras cenizas, a no tener futuro independiente ni tampoco dependiente, porque la historia, la geopolítica, las creencias -chiíes versus suníes- y una maraña de intereses no van a permitirlo jamás. También allí hay niños, gente que querría acometer un proyecto de vida, gente que envejece y queda cada vez más a merced de quienes son más jóvenes y los cuidan, o no. A nada o casi nada tienen derecho por haber nacido yemeníes, en una rebaba del mapa de Oriente Medio que otros aspiran a hacer servir a sus propósitos y que no tiene quien le haga de valedor. Una crisis humanitaria escalofriante que, como lamenta un lector, no nos da calor ni frío. Hasta para inspirar piedad con tu catástrofe hay que tener suerte.
LA CARTA DE LA SEMANA
Los cuidados en la vejez
En el atardecer de la vida, me preocupan los cuidados que necesitaré o que tendré que dar a mi pareja. Los datos indican que la dependencia aumenta con la vejez y que afecta al 63,6 por ciento de los mayores de 85 años. ¿Tendré la serenidad de aceptar la situación si soy el cuidado o mantendré el cariño, paciencia y comprensión para cuidar?
¿Habrá suficientes plazas en las residencias y podremos pagarlas? ¿Podremos retrasar el proceso de envejecimiento siendo más activos? ¿Se ampliarán los planes locales de Intervención para que los mayores dependientes puedan seguir viviendo y muriendo en sus casas, como la mayoría desea? ¿O tendremos que apelar al ‘cuidatoriado’, concepto de la socióloga María Ángeles Durán: una suerte de proletariado invisible «con poca cobertura legal», con «unas jornadas más largas que las de ningún trabajo» cuya mayoría es familiar de los dependientes e inmigrantes a través del mercado de trabajo?
Fernando Serrano Echeverria, Éibar (Guipúzcoa)
Por qué la he premiado…Por hacerse, para variar, preguntas de esas que es necesario hacerse (y responder).
No se equivoque o muerte digna
No corren buenos tiempos en España para los enfermos crónicos o terminales. Nuestro Gobierno, en vez de articular una red extensa de cuidados paliativos en los hospitales para suavizar su sufrimiento, ha decidido que lo mejor, y más barato, es facilitarles la muerte. Una cosa es que alguien fallezca porque se le ha puesto una dosis de opiáceos con la intención de calmar el dolor, aunque demasiado alta para que su cuerpo la resista, y otra inyectar un medicamento para provocar la muerte de manera intencionada.
Esto último es la eutanasia; un asesinato que el Congreso vestirá de legalidad y que pagaremos entre todos con nuestros impuestos, aunque estemos en desacuerdo. Además, basta mirar a los países con leyes similares para saber que las medidas parecerán restrictivas, pero en la letra pequeña, con el tiempo, se suavizarán hasta permitir su aplicación en casos de ‘hastío vital’ o ‘depresiones incurables’. La presión de la sociedad de la cultura del descarte para con las personas en situación de debilidad lleva años siendo durísima y desde todos los frentes se nos bombardea para que sepamos escoger ‘lo correcto’ llegado el caso; no se equivoque o su muerte no será considerada ‘digna’.
Tomás Fernández Bayort, Umbrete (Sevilla)
Conductas extrañas
Hay conductas del ser humano que aunque no superfluas parecen excesivamente singulares y extrañas. Leo en el n.º 1600 del XLSemanal que en Suecia han incorporado a su código vial una señal (sale en una foto acompañando la noticia) que advierte a los conductores de que entran en una zona con peatones mirando el móvil… Y yo me pregunto, ¿es necesario recordar a las personas todos los actos que pueden generarles daño (me refiero a los del móvil, no a los conductores)?
Si así fuera, ¿por qué no colocar grandes anuncios en las principales vías de las ciudades advirtiendo que poner el dedo debajo del cuchillo jamonero puede conducir a su seccionamiento o que traspasar andando la M-30 sin mirar es algo, al menos, temerario y conducente a la muerte casi segura? Hay aspectos de la rutina diaria en los que hay que pensar. Posiblemente, eso que llaman ‘inteligencia artificial’ tampoco piense en ello porque lo intuya. Lógico.
Guillermo Pascual Barlés (Correo electrónico)
La peor crisis humanitaria
La terrible guerra que se desarrolla en el lejano y paupérrimo Yemen, donde la ONU ha denunciado la peor crisis humanitaria de nuestro tiempo, se impone hoy sobre las peripecias de nuestro complejo marco europeo.
No podemos olvidar que más allá de nuestras fronteras prosigue su marcha infernal una guerra que está dejando en ruinas a ese olvidado país, que ya ha vivido otros traumáticos conflictos que muestran la dificultad de convivencia entre la diversa población de origen saudí suní e iraní chií.
Pedro García, San Feliu de Guíxols (Gerona)
Sin calibrar los efectos
Al ritmo que llevamos, en no mucho tiempo, una vez confirmada la compra de un artículo en la pantalla del móvil u ordenador, podría sentirse la necesidad de acudir apresuradamente hacia la puerta de la vivienda esperando ansiosos la entrega del paquete por parte del repartidor, y sin reparar tan siquiera en si es un autómata o un humano. Bueno, incluso mejor que no sea una persona, así podría evitarse eso de tener que saludar, poner buena cara y despedirse con un ‘adiós’, un ‘hasta la próxima’ o ‘que tenga usted un buen día’; pues vaya tontería perder los minutos en formalismos improductivos.
Es posible que demos un clic a la una o las dos de la madrugada esperando que la lavadora de la imagen esté instalada en su sitio y centrifugando la colada como muy tarde al mediodía, y que no nos vengan con cuentos e historias de retrasos debido a no sé qué movidas. Corren tiempos donde prima la inmediatez, sin prestar atención ni conceder demasiado valor al cómo y al por qué, sin calibrar los efectos sociales de la creciente ansiedad e indiferencia consumista.
Alejandro Prieto Orviz, Gijón (Asturias)
‘Evauense’, a mi pesar
Tengo la suerte de contar con un estupendo equipo de familias repartidas por nuestra piel de toro que me honran con su amistad. El trato es diario y al tener chavales de la misma edad hemos compartido mucha e interesante información. Nuestra sorpresa ha sido grande al cruzar datos sobre la Evau, la evaluación para el acceso a la universidad o, si lo prefieren, la antigua selec- tividad. En este reino de taifas en el que vivimos, lleno de pomposas competencias autonómicas, quien aprueba segundo de Bachillerato ve cómo le valoran con ocho puntos seis exámenes en dos o tres días y solo seis puntos lo realizado en los últimos dos años académicos… Si a esto le unimos que los exámenes y hasta los propios temarios de las asignaturas son diferentes en cada comunidad autónoma, y que hay estudiantes que han debido pagar más del doble que otros por las tasas de inscripción a la universidad organizadora de su zona, este disparate abochorna y enfada. Luego se hace tabla rasa, se publican unas notas de corte viciadas desde la raíz y a por los de la tropelía del año siguiente.
No debe de interesar la igualdad y la justicia de hacer un mismo examen, el mismo día, misma hora y mismas preguntas en toda España. Eso sí, una sugerencia, tipo test, objetivo y limpio, por favor. Aporto este botón desde mi atalaya como padre de una hija con una nota estupenda en la Evau, pero decepcionado con la Adminis- tración, sus desigualdades y su vacío sistema. Soy un ‘evauense’ más, a mi pesar.
José Ignacio Fortún Pérez de Ciriza (Pamplona)
¿Qué haría usted?
Salgo del claustro de final de curso y no doy crédito a lo que se ha cuestionado: «¿Qué ocurre con determinados grupos de alumnos que no promocionan al curso siguiente?». Releo las respuestas de mis exámenes de Lengua Castellana y Literatura y, además de encontrarme con una media de veinte faltas de ortografía, quince tildes incorrectas, letra ilegible, comprensión y puntuación nulas y deficiente expresión, confunden, por ejemplo, ‘elegía’ con ‘lejía’, ‘laúd’ con ‘ataúd’, ‘verbo auxiliar’ con ‘verbo axilar’ o ‘erudición’ con ‘ebullición’. Y escriben: Rodrigo Díaz de Jesús (¡si Vivar levantara la cabeza!), San Millán de la Cogorza (que no ‘Cogolla’), ‘Historia del Abencerraje y de la hermosa Jirafa’ (y no ‘Jarifa’), ‘novela de caballerizas’ y no ‘de caballerías’, etc.
“Mis alumnos confunden, ‘elegía’ con ‘lejía’, ‘laúd’ con ‘ataúd’, ‘verbo auxiliar’ con ‘verbo axilar’…”
Muchos hacemos todos los esfuerzos (humanos y divinos) por enseñar incluso ‘deleitando’, pero no nos engañemos: sin estudio diario, esfuerzo, organización, responsabilidad en la realización de las tareas y atención en clase por parte del alumno, no hay método que valga. El problema es que hay que cumplir con el índice de idoneidad de aprobados (en torno al 90 por ciento) para que no ‘nos tiren de las orejas’. Entonces, ¿qué hacer? Ni Hamlet lo hubiera tenido tan difícil: ¿aprobar a todos los alumnos para no ser llamados ‘a capítulo’ o aprobarlos cuando adquieran un mínimo de contenidos, capacidades y habilidades que les permitan desenvolverse en la sociedad? Visto lo visto, me pregunto: «¿Allá donde fueres, haz lo que vieres?».
Rosa María García Montes, Santander (Cantabria)
Nos pasamos de frenada
En relación con la posibilidad de que los miembros de La Manada estén recibiendo pro-puestas de entrevistas de algunos medios de comunicación, me temo que el morbo hará que estos individuos (para la infinita vergüenza de nuestra sociedad) ‘se lo lleven muerto’. Deberíamos preguntarnos (todas y cada una de las personas que tienen, o hemos tenido la responsabilidad de educar hijos) qué hemos hecho, o qué dejación de obligaciones como padres hemos cometido, para que hombres de treinta años consideren que ese tipo de ‘actitud’ hacia las mujeres sea algo ‘normal’.
A mis casi 57 años, a mí y a todos los hombres con los que he compartido y comparto amistad nos educaron para asumir que ese tipo de acciones (e incluso otras de mucho menor ‘calado’) contra (sí, contra) las mujeres eran inaceptables, y tenían consecuencias muy serias para quien las realizaba. Esta sociedad está enferma. Dejamos la educación en valores aparcada, porque nosotros estuvimos coartados, y no queríamos lo mismo para ellos. Y nos pasamos de frenada. Estas (y otras muchas) son las consecuencias.
Patxi Rojo (Bilbao)