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Ceder

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Ceder

El bloc del cartero

Es, sin lugar a dudas, uno de los verbos más difíciles de conjugar. Y, sin embargo, como nos advierte uno de nuestros lectores, no queda otra que hacerlo, si es que alguien quiere plantearse de una vez empezar a construir o reconstruir algo. Una vez que pasó el tiempo de las especulaciones exaltadas, una vez que ha quedado claro que nadie tiene fuerza para avasallar y reducir a la nada al contrario, suena la hora de mirar en derredor y pensar con quién cabe alcanzar acuerdos. Sabiendo que ese ejercicio solo llega a puerto cuando quienes lo acometen se resignan a no conseguir todo lo que pretendían y renuncian a aquello que impide que la otra parte se avenga; incluso cuando la renuncia, como suele ocurrir, resulta dolorosa. Ceder es a veces la forma de ganar, y resistirse, la de consumar el descalabro.

LA CARTA DE LA SEMANA

‘Aurea mediocritas’

Aurea mediocritas, ese estado ideal, deseado punto medio tan perseguido por los antiguos y tan evitado por los contemporáneos, que con poco esfuerzo hemos logrado llegar de nuevo a aquella situación en la que no está permitido mezclar opiniones. Es evidente: serás un enemigo de España si te parece razonable que una lengua que no sea el español se estudie en las escuelas y serás un facha si entre tus atuendos se encuentra la rojigualda estampada en una pulsera. Además, no podrás tener ambas condiciones a la vez, acabarás siendo una veleta que no se conforma con su calificativo y acabará prefiriendo el viento que únicamente sople de Naciente o aquel que lo haga desde Poniente. Parece que Aristóteles y Horacio no tuvieron en cuenta que la dorada medianía resultaría poco atractiva al lado de los magnéticos extremos, que demuestran como polarizar una sociedad resulta mucho más fácil que unirla.

Ernestina Sanz Raedo, San Miguel del Arroyo (Valladolid)

Por qué la he premiado… Por evocar, a contracorriente, esa vieja idea a la que un día habrá que regresar.


Hipocresía

Con el reciente incendio de la catedral de Notre Dame se ha iniciado una avalancha de donaciones, tanto de particulares como de grandes empresas. Aunque el refrán dice «haz buena harina y no toques bocina», estos, con sus bocinas, ganan más millones de lo que aportaron, puesto que la publicidad gratuita que le hace toda la prensa mundial vale más que lo donado, aparte el Gobierno francés les deducirá un 66 por ciento en su tributación. Estos días, aunque la prensa procuró ocultarlo, o pasar de puntillas, bombardearon Gaza por enésima vez. Los donantes llorantes y rezantes por las piedras ni se inmutaron.

A los bomberos franceses (por cumplir con su trabajo) se los homenajea y casi se los santifica; a los voluntarios que en el Mediterráneo intentan salvar vidas humanas poniendo en riesgo las propias se los acosa. Podemos seguir con Siria, el Yemen, etcétera. Que se hayan juntado mil millones en 24 horas confirma que la pobreza es decisión política y, por supuesto, solucionable si hubiese voluntad de los mal llamados ‘representantes públicos’. De lo que estoy seguro es de que algo se está haciendo muy mal y eso explica la pobreza humana.

Manuel Díaz Patiño, Culleredo (A Coruña)


Ceder

Haber llegado, como sociedad global, hasta donde nos encontramos ha sido posible gracias a ladrillos de derechas y a ladrillos de izquierdas. La historia moderna ha sido un tira y afloja entre libertad e igualdad; entre conservadores y reformistas. Es evidente que defienden dos posturas políticas opuestas; si no, no se utilizarían términos antónimos para designarlas. Sabiendo esto, parece que en las dos últimas décadas de historia hemos olvidado en qué consiste la diplomacia. Si es tan obvio que perseguimos metas contrarias, ¿por qué nos hemos olvidado de ceder? Vivimos una era política salpicada de demagogia y populismo. La realidad forma personas expertas en ganar elecciones, pero no en dialogar. No es una sorpresa que hayamos dejado de oír los proyectos políticos de los partidos y que tan solo escuchemos críticas a los rivales. Porque en eso se han convertido; en rivales. Si el objetivo de la política es seguir construyendo, ¿no es necesario volver a aprender lo que era ceder, para continuar construyendo juntos?

Jon Ortega, Bilbao (Vizcaya)


Decidir qué día morir

Es recurrente fijarse en algún caso de dependencia severa para impulsar la idea de que la vida digna pasa por poder decidir cuándo morir. Quienes trabajamos en salud sabemos que los dramáticos casos de dependencia no son aislados, y quizá todos nos hayamos preguntado en algún momento de debilidad si es humano que algunos pacientes sigan viviendo. Personalmente, la respuesta me la han dado los cientos de cuidadores, generalmente hijas y nueras, también hijos y yernos, madres y madres, que año tras año, día tras día, cuidan a personas en situaciones semejantes a la de Ángel, junto con su familiar frágil y dependiente, y el testimonio de cientos de enfermos que, como María José, han visto avanzar su enfermedad al extremo de anular lo que hasta entonces consideraban que era ser persona, con momentos malos, de desesperación, y momentos buenos, de aceptación y gratitud por estar un día más. La vida se empina. Tenemos miedo a sufrir, miedo a que nos cuiden, pero llama la atención que, entre quienes padecen, los que solicitan la muerte inducida son pocos. Es nuestra naturaleza. El suicidio asistido no es una alternativa. Aceptarlo socialmente añade sufrimiento al sufrimiento. Miles de luchadores, de héroes anónimos, pueden pasar a sentirse cuestionados en su derecho a ser atendidos incondicionalmente, pase lo que pase. El tener a nuestras familias dedicadas a nuestro cuidado es un hecho natural, el que la sociedad nos asista es un derecho alcanzado tras años de lucha. Con el suicidio asistido, el seguir viviendo pasa de ser un hecho a ser una elección, lo que añade a la enfermedad el sufrimiento de sentirse responsable, por decisión propia, del perjuicio ocasionado a la familia o la sociedad, poniéndonos en la cruel tesitura de decidir qué día morir.

Juan Ignacio Redondo Campos, Pozoblanco (Córdoba)


No lo logro

Distinguidos señores políticos: ¿seré yo o ustedes los que hacen que no me sienta importante como elector? Como votante necesito sentirme empoderado, pero no lo logro. Necesito cada cuatro años sentirme, al menos, coprotagonista de un cambio en mi país. Pero, por lo visto, la mayoría de ustedes no lo consigue. ¿Será por el formato de misivas que me envían al buzón? Quizá. Las formas son importantes aún. ¿Cómo puedo cederles el voto que me ‘exigen’ si ni siquiera se dirigen a mí como «distinguido ciudadano», por ejemplo? ¿Por qué han decidido elegir la estrategia de marketing de una supuesta ‘camaradería’? Yo no soy su amigo ni su cliente. Soy el motivo de su cometido. En cambio, me envían su programa escueto con tanta prisa para ‘exigirme’ mi voto sin apenas despedirse con un ‘afectuoso saludo’ epistolar. La mayoría de su propaganda se asemeja a un folleto promocional de una marca de vehículo. Hagan que nos sintamos más relevantes por unos días, por favor. Aun así, voto. Pero espero que tomen nota sus asesores para los próximos comicios.  Atentamente se despide un compatriota cualquiera… pero importante.

Josep Serra Tarragon, Cambrils (Tarragona)


Los quiero conmigo

Estimados partidos políticos: si esta carta se publica, ya se sabrán los resultados de las elecciones y, debido a la incertidumbre por el momento en el que la escribo, me curo en salud y me dirijo a todos vosotros con una urgente petición. Tengo 19 años y la suerte de haber crecido en una familia a la que estoy muy agradecida por todo lo que han hecho por mí. Mis padres y hermanos me enseñan cosas cada día: sobre todo, de mi persona. Y ese autoconocimiento también me es imprescindible para (en lo posible) conocer a los demás. Y considero una fortuna inmensa que cada semana pueda ver a mis cuatro abuelos. Recuerdo que de pequeña mi yayo me contaba historietas de su infancia. Creció durante la Guerra Civil y la posguerra. Sus memorias me transmitieron la forma en la que un párvulo de entre cuatro y siete años lidió con el conflicto. Después, cómo un adolescente se quedó sin padre y a la edad de catorce tuvo que trabajar (y de ahí en adelante) para dar de comer a cinco personas.  Mis abuelos son ejemplo de esfuerzo y amor. Me considero una ganadora en la lotería de la vida para con ellos. Pido con vehemente profusión que todos los políticos consideren el valor de estas vidas. Para mí, son irremplazables. Ninguna sociedad podría sobrevivir sin los mayores. Por ejemplo, ¿quién contaría la historia? Me refiero a los acontecimientos personales. Esos solo los puede transmitir el individuo. Ningún colectivo puede hacerlo en su nombre. Pero tampoco grupo alguno puede decidir su destino si los deseos de los ancianos se pierden de camino a su boca. Yo los quiero aquí, conmigo.

Teresa Benet Casaña, Moncada (Valencia)


Al borde de la catástrofe

Egipto y Emiratos, y parece que también Arabia Saudí, apoyan a Hafter y patrocinan su avance hacia la conquista de Trípoli, donde se encuentra el Gobierno reconocido por Naciones Unidas. De nada ha servido que la comunidad internacional, a través de la visita de António Guterres a Trípoli, haya intentado evitar el choque militar. En cinco días de bombardeos, la ONU ya ha denunciado el desplazamiento de miles de personas, y las cifras van a aumentar porque lo que está en juego para Hafter y sus apoyos internacionales son los recursos naturales y el control del territorio. Si la situación ya era grave para los ciudadanos y los miles de emigrantes que en Libia sobreviven en auténticas condiciones de esclavitud, el panorama no hará más que empeorar. Libia, ante la mirada atónita e indiferente del mundo, camina hacia la catástrofe humanitaria.

Pedro García, Sant Feliu de Guíxols (Girona)

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