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El grito de los corderos

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La lana de merino es un producto natural confortable y exquisito. Pero pocos consumidores saben lo que millones de ovejas sufren por culpa de sus jerséis y ropa deportiva ultraligera. Y las marcas tampoco hacen mucho por poner fin a los padecimientos de estos animales. Por Simone Salden / Fotografía: Farinoza

Hay materiales que la naturaleza ha hecho tan perfectos que el ser humano no es capaz de diseñar nada mejor. La lana es uno de ellos. Calienta y refrigera, no coge mucha suciedad, disipa el sudor y no arde con facilidad. Y si se trata de lana de merino es, además, confortablemente suave.

La lana de merino disfruta, por así decirlo, del rizo perfecto. Sus fibras tienen un grosor de entre 16,5 y 24 micrómetros, es decir, son extremadamente finas.

Este material de lujo se encuentra en trajes caros de caballero, en jerséis para el invierno y en ropa térmica, ultraligera y transpirable, para deportes y actividades al aire libre. El precio de tan codiciada materia prima se ha doblado durante los últimos cinco años, ya que la demanda supera con mucho a la oferta.

El ‘mulesing’, la mutilación de los corderos para evitar a los parásitos, se realiza en Australia, de donde procede el 88 por ciento de la lana de merino del mundo. En España no se practica

Pero, para que la gente pueda vestirse con la ropa más cómoda posible, muchos animales tienen que sufrir. El sector de la moda prefiere guardar silencio sobre este tema. Y prácticamente ningún consumidor conoce el sufrimiento al que están expuestas las ovejas.

Además, los pocos que se interesan por el origen de sus jerséis lo tienen complicado a la hora de asegurarse de que ningún animal haya sufrido a cambio de su confort personal. Las empresas que conocen al detalle su cadena de suministro se pueden contar con los dedos de una mano. Y la mayoría solo se preocupa por el problema de una forma superficial, eso si no se desentienden por completo.

Portrait Of sheep in christmas hat Isolated On White. Simbol 2015

El sufrimiento de las ovejas empieza en Australia, de donde procede el 88 por ciento de la lana fina de alta calidad. La isla continente es el hogar de 74 millones de ovejas merinas, una raza que, gracias a siglos de cría selectiva, presenta una cantidad especialmente elevada de pliegues en su piel y, por lo tanto, cuenta con una mayor superficie cubierta de lana. Pero la misma peculiaridad que las hace tan rentables para la industria a la vez las vuelve más vulnerables a los parásitos. Uno de ellos es la mosca Lucilia cuprina, que utiliza estos húmedos pliegues cutáneos para depositar sus huevos. Una vez eclosionan, las larvas prácticamente devoran vivos a los animales afectados.

Lana manchada de sangre

Por ello, el 90 por ciento de las ovejas merinas australianas son sometidas a un procedimiento llamado mulesing, que consiste en cortarles a los corderos jóvenes grandes porciones de piel en la zona que rodea al ano, para eliminar los pliegues donde se acumulan restos de heces que atraen a las moscas. Esta mutilación se realiza sin anestesia. Y es un proceso muy sangriento.

Merino wool handmade knitted large blanket, super chunky yarn, t

A los animales se los fija a un armazón de metal, tendidos sobre la espalda y con la parte inferior del cuerpo expuesta al aire. A menudo se aprovecha la ocasión para cortarles la cola, y a los ejemplares macho se los castra. Por lo general, también sin anestesia. El que escucha los gritos de los corderos no los olvida nunca.

Para unos animales que solo tienen unas pocas semanas de vida y que pasan todo el año pastando en praderas generalmente apartadas, este momento suele ser el primer contacto con el ser humano. «Los corderos sufren terribles dolores y un estrés enorme -dice Hanna Zedlacher, de Vier Pfoten, organización animalista alemana-. Es una lana manchada de sangre». La activista, que lleva años luchando contra el mulesing, añade: «En la ganadería ovina australiana nos enfrentamos a flagrantes problemas de protección de los derechos de los animales».

En muchos países, el mulesing, llamado así por su inventor, John W. H. Mules (1876-1946), lleva años prohibido, pero los ganaderos australianos siguen aferrándose a él. «En España, esta técnica no se practica. Si aparece la miasis (la enfermedad provocada por la infestación de larvas de mosca) se trata con Ivermectina, un antiparasitario», explica Antonio Granero, secretario técnico de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino.

lana merina sufrimiento cordero

El problema es que si un comprador quiere saber si la lana de un jersey procede de una oveja mutilada no es fácil seguir el rastro de la cadena de suministro

También hay disponibles métodos alternativos desde hace cierto tiempo, como el uso de anestesia local, que al menos les ahorra a los corderos parte del dolor y, además, acelera la curación de las heridas. Sobre todo hay variantes de la raza merina resistentes a estos peligrosos insectos. Sin embargo, muchos ganaderos se niegan a sustituir sus rebaños enteros, que a veces alcanzan las diez mil cabezas. El mulesing se justifica apelando a la tradición y a criterios económicos, algo similar a lo que ocurre con la castración de los lechones.

Un regalo de estado

Pero muchas tradiciones cambian con los tiempos. De hecho, la historia de la propia oveja merina ha sido accidentada.

La merina es una raza española. Procede del cruce entre las ovejas autóctonas de la Península Ibérica y las del norte de África. Durante siglos, a través del Concejo de la Mesta, España tuvo, con sus ovejas merinas, el monopolio mundial de la lana fina. Incluso se penaba con la muerte el sacarlas del país. Solo podían saltarse esa norma los reyes. Así, las merinas llegaron a tener rango de regalo de Estado. Felipe V las regaló a sus parientes franceses.

Las cosas cambiaron a partir del siglo XVIII. Tras participar en la guerra de sucesión española, los ingleses se llevaron ovejas de nuestro país. También Napoleón se apropió de rebaños y los condujo a Francia.

Luego, en el siglo XIX los británicos transportaron las ovejas merinas a sus colonias, entre ellas, a Australia. Y hoy, en pleno siglo XXI, el país de Oceanía ha llegado a convertirse en el mayor hábitat de estos ovinos y -a un precio muy alto para estos animales- en el más potente productor de lana fina de alta calidad a nivel mundial.

El papel del consumidor

En unos tiempos en los que los consumidores le prestan una atención creciente a la procedencia de los productos que compran, el hecho de que las ovejas tengan que sufrir a cambio de jerséis cómodos y suaves resulta cada vez menos aceptable. «La gente ya está sensibilizada en el tema del llamado ‘bienestar animal’, como demuestra el debate generado en torno a las gallinas enjauladas o a los abrigos de piel», dice Wencke Gwozdz, especialista en hábitos de consumo de la Universidad de Giessen en Alemania. En su opinión, las empresas tendrán que ir adaptándose a las demandas de los clientes concienciados, sobre todo de los jóvenes, que son especialmente críticos con estos temas.

Pero el problema es que a los consumidores no les resulta nada fácil averiguar cuáles son las empresas y marcas que renuncian a usar lana manchada de sangre. Así lo ha desvelado una investigación conjunta de Spiegel y Spiegel TV, durante la cual una periodista se hizo pasar por cliente y preguntó a 34 conocidas empresas de moda, desde Adidas a Zara, si ofrecían textiles libres de mulesing. Dos de ellas contestaron que no usaban lana procedente de Australia. Otras seis tenían intención de utilizar lana libre de mulesing en el futuro. Y diez confiaban en sus proveedores, que les aseguran no recurrir a este procedimiento.

Semi Naked protesters covered in blood holding a protest outside the Australian Embassy Wednesday October 19 2005 against the wool industry's refusal to embrace a landmark agreement between PETA US and a prominent group of wool producers that would have resulted in an immediate reduction of lamb mutilations and an end to PETA,s international boycott campaign Watch For PA Story . PRESS ASSOCIATION. PHOTO.PHOTO CREDIT SHOULD READ Michael Stephens/PA (Photo by Michael Stephens - PA Images/PA Images via Getty Images)

La mutilación que sufren las ovejas para conseguir la lana de merino es dolorosa y sangrienta. Además, hay métodos alternativos

Varias empresas se resistieron a dar información: cinco de ellas eludieron el fondo de la pregunta, cuatro ni siquiera contestaron. Tras una consulta formal, la explicación desde Adidas fue: «Exigimos a nuestros proveedores confirmación sobre su renuncia a las prácticas de mulesing». Otras empresas citaron sellos y certificados que demostrarían que, en el tema del mulesing, están en el bando de los buenos. Lidl, por ejemplo, explica que etiqueta «las prendas individuales conforme al Global Organic Textile Standard (GOTS), una norma que descarta el mulesing en la cría de ovejas merinas». Desde Esprit, por su parte, respondieron que desde 2017 compran exclusivamente a proveedores que cuenten con el certificado Responsible Wool Standard (RWS), sello que también prohíbe el empleo del mulesing.

Muchos consumidores quieren saber si la prenda de lana que van a comprar está ‘manchada’ con la sangre de los corderos. No es fácil averiguarlo. La industria no lo pone fácil.

Un rastro difícil de seguir

Al igual que ocurre en todos los ámbitos de la industria textil global, en el caso de la lana de merino las cadenas de suministro están extremadamente ramificadas y, de forma en ocasiones consciente, son poco o nada transparentes. Por ese motivo, los consumidores suelen saber más bien poco sobre la ‘huella’ que su ropa deja en los países de procedencia: trabajo infantil, salarios de miseria, ríos contaminados y fábricas ruinosas rara vez salen en los telediarios.

El camino que sigue la lana australiana lleva desde las granjas de Tasmania hasta la Bolsa de la lana en Sídney. Desde allí, solo en torno al 11 por ciento viaja rumbo a Europa en forma de materia prima. Tres cuartas partes de la lana se procesan en China. Los números de cargamento, con los que en teoría se podría comprobar si la lana de merino procede de explotaciones que usan el mulesing, se mantienen en cada transacción, pero en muchas de las fábricas se mezclan fardos de lana cruda de distinto origen en unos lotes de producción de varias toneladas, con lo que al final el rastro se pierde.

La mayor parte de la lana mundial se procesa en Shanghái. De allí, las bobinas van a Italia o la República Checa; luego, el tejido se corta y cose en Asia. Y el jersey resultante viaja de vuelta a Europa. Hay hasta 50 empresas diferentes implicadas

La mayor parte de la producción mundial de lana se procesa en las hilanderías de Shanghái. Desde allí, las enormes bobinas de lana hilada van a unas plantas textiles que pueden estar, por ejemplo, en Italia o en la República Checa; a continuación, el tejido terminado se corta y cose, por lo general en Asia, y el jersey resultante, a su vez, acabará metido en un contenedor de vuelta para ser vendido en Europa.

Entre unas cosas y otras, puede haber 40 o 50 empresas diferentes implicadas en la producción de una prenda. Algunos de los proveedores se pueden permitir firmar acuerdos exclusivos de suministro con pequeños ganaderos australianos, y varios fabricantes recurren únicamente a lana de merino procedente de Nueva Zelanda o Sudamérica, donde no se practica el mulesing. «Sin embargo -reconoce Heike Hess, directora de la Asociación Internacional de Industrial Textil-, las grandes cadenas de moda tienen un problema muy serio» a la hora de adquirir lana libre de mulesing: en el mercado hay poca oferta disponible.

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE LANA FINA MERINO EN PORCENTAJES

Australia: 88% De ella, 90% procedente de mulesing

Argentina: 4%

Sudáfrica: 4%

Nueva Zelanda: 4%

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Alejandro Sanz nos recibe en Miami

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Alejandro Sanz, 50 años y 30 en el escenario, lanza nuevo disco y recibe en exclusiva a ‘XLSemanal’ en Miami.

Mientras escuchamos los primeros singles de este nuevo trabajo, que ha llamado #ElDisco, Alejandro Sanz nos habla de su familia, el amor, la política, el feminismo…  y por supuesto también de música;  todo en una intensa entrevista que podrás leer el próximo domingo.

  • “Yo no tenía facultades para cantar ni para componer, pero me empeñé. Está muy bien si tienes un don, pero si no lo tienes, y eso le pasa al 90 por ciento de la gente con éxito; es cuestión de trabajo y esfuerzo”.
  • “Mis hijos hablan ruso, chino, inglés, español y algo de árabe. A veces están más cómodos hablando en ruso que en español. Así tienen cinco maneras de afrontar un problema”.
  • “Casarme por la Iglesia es lo más punki que he hecho. Es lo más alternativo. No pensé que fuera a hacerlo así nunca en mi vida”.
  • “Hay que seguir presionando hasta que Maduro salga de Venezuela. Se presente quien se presente, yo voy a apoyar a Guaidó por cómo está haciendo las cosas”.
  • “Ha habido sociedades muy machistas durante miles de años, donde las mujeres han sufrido todo tipo de escarnios y abusos. Ahora estamos enmendando la plana un poquito. Yo lo hago por mi madre y por mis hijas y porque estoy harto de sentir miedo cuando salen a la calle. Quiero que crezcan en una sociedad igualitaria”.

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¿Cómo son las cosas por dentro?

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El canadiense Mike Warren se pasó su infancia desmontando los electrodomésticos de casa, para pánico familiar… Por E. F. 

Ahora, además, se ha ‘armado’ con un cortador abrasivo por chorro de agua, que con una mezcla de agua y arena fina a enorme presión bisecciona todo lo que le pongan delante. Warren, diseñador y empresario, comenzó a difundir esta afición en YouTube y su canal ha acabado convirtiéndose en negocio: Cut in half se puede ver también en formato libro, con las fotos de Jonathan Woodward.Un secador, un taladro, una aspiradora, un ordenador… hay algo en la propuesta de Warren que evoca el placer infantil de explorarlo todo; también de mostrar lo extraordinario de cualquier objeto ordinario.

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El porqué de esos pelos

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La barba ha sido símbolo de valentía, sabiduría o autoridad. Pero también la han prohibido los reyes, los ejércitos y las religiones. O la han impuesto. La historia del vello en el rostro se inmiscuye en la política, el estatus social e incluso los impuestos. Un nuevo libro ahonda en su sorprendente devenir. Por Fátima Uribarri

Moisés, Alejandro Magno, Julio César o el zar Pedro I el Grande han determinado el que generaciones de hombres lucieran barba o estuvieran obligados a rasurarse. Moisés -a quien se representa con una barba abundante- exigía a los levitas (una de las doce tribus de Israel) que para ejercer el sacerdocio se cortaran la barba y se afeitaran el cuerpo. Figura en la Biblia, en el Levítico. Es posible que Moisés, que se crio en Egipto, se contagiara allí de la afición al rasurado.

Alejandro Magno obligó a sus soldados a afeitarse para evitar que los enemigos los derribaran en combate agarrando sus barbas

Los faraones y los nobles lucían lustrosas cabezas afeitadas y se rasuraban enteros. Y, sin embargo, la barba era un símbolo de divinidad. Por eso, los faraones las llevaban postizas, de oro y metal, y se las ajustaban detrás de las orejas. Ellos y ellas. También las faraonas, como Hatshepsut, usaban barbas falsas.

El vello facial ha sufrido a lo largo de los siglos todo tipo de vicisitudes: se ha exigido, prohibido, esculpido, regulado… Se ha inmiscuido en la religión, en los ejércitos (en muchos se sigue prohibiendo todavía porque entorpece el cierre de las mascarillas) y en los impuestos. Ha marcado el estatus económico y social; se ha vinculado a la medicina, a la política.

Ha habido grandes personajes determinantes en la historia de la barba. Alejandro Magno, por ejemplo, fue a contracorriente en sus decisiones sobre el aspecto de sus soldados. Los obligó a afeitarse para evitar que los enemigos se pudieran agarrar de sus barbas y derribarlos en las batallas. Él tampoco la llevaba, algo extraño porque en muchas culturas antiguas el hombre barbudo ha simbolizado bravura y poder.

Era así en la antigua Mesopotamia: los sumerios, caldeos, asirios y babilonios de las élites alardeaban de sus rostros peludos. Y se los cuidaban: se rizaban las barbas con tenacillas y se hacían tirabuzones. Los persas del gran Ciro y los que vivieron después bajo Jerjes, Darío y el resto de los emperadores de la antigua Persia peinaban largas barbas rizadas. Los vikingos de Escandinavia se preocupaban tanto de las suyas que incluso colocaban navajas de afeitar en sus tumbas. se han encontrado algunas de cobre con los mangos adornados con figurillas de caballos.

También en la antigua Grecia mandaba la barba. Los dioses más poderosos de su panteón, como Zeus y Poseidón, se representaban barbudos para envolverlos de autoridad y sabiduría. Lucían vello facial los filósofos y todo el que quisiera estar a buenas con la sociedad del momento: ser barbilampiño no estaba bien visto, se consideraba un signo de afeminamiento.

D11827 Old jewish man with grey beard holding a book

De izquierda a derecha: Judío Jasídico; Sij; Rastafari; Amish

Los antiguos griegos solo se afeitaban si estaban de luto. La cara lisa era una declaración de dolor. O de culpa si se vivía en la brava Esparta: a quienes se habían mostrado cobardes en el campo de batalla se les rasuraba la cara como castigo.

AFEITADO EN LA CAVERNA

Así que Nabucodonosores, Ciros, Daríos, Sócrates, Odines y otros emperadores, sabios y dioses durante siglos han sido barbudos. Y, sin embargo, antes que ellos, durante la gélida Prehistoria, cuando una barba frondosa era un buen abrigo, parece que existió el afeitado. Se han encontrado pinturas rupestres datadas alrededor del año 30.000 a. C. con hombres rasurados. Se han hallado pruebas de que los rudos cavernícolas se depilaban la cara utilizando almejas a modo de pinzas y se rapaban con piezas de sílex, pedernales y conchas marinas como navajas. Sorprendente.

«Los hombres relevantes de las primeras tribus eran médicos y sacerdotes que ejercían también como peluqueros. Creían que los espíritus buenos y malos entraban al cuerpo a través del cabello y que la única manera de expulsarlos era cortándolo», cuenta el capitán Peabody Fawcett en el libro Hombres y barbas (ed. Oberón) Los hombres relevantes han marcado estilo.

El dictador romano Julio César, por ejemplo, no llevaba barba. Claro que los antiguos romanos tenían normas sociales muy distintas a las de los griegos. En los últimos años de la República romana, el primer afeitado se realizaba durante la depositio barbae, una ceremonia que marcaba la entrada en la edad adulta. A los adolescentes ya velludos se los afeitaba y recibían la toga virilis. Unos mechones de sus barbas se ofrecían a los dioses, y otros se guardaban en cajitas. Y, al contrario que en Grecia, si se estaba de luto se lucía barba: Augusto se la dejó cuando murió Julio César.

En la Roma lampiña cambió la tendencia el emperador Adriano, que se dejó barba para ocultar unas cicatrices de la cara.

DENTISTAS Y CIRUJANOS

Con el tiempo, los barberos acumularon tareas. En la Edad Media, también eran dentistas y cirujanos. De ahí viene su símbolo, un cilindro listado que se ponía fuera para anunciar que se realizaban sangrías.

Como en todo, la moda iba y venía. En el siglo XV triunfó el afeitado; en el XVI imperaron las barbas incluso muy largas, como la de Leonardo da Vinci; en el XVII dejaron de estar de moda, no la utilizaron Isaac Newton ni Luis de Góngora, por ejemplo, aunque sí la lucieron -pequeña, al ‘estilo mosca’- sus colegas Lope de Vega y Quevedo.

A team of barbers pose outside their shop, early twentieth century . Various signs, including those on the barber poles, advertise manicures, massage, and shoeshines, in addition to hair cuts. (Photo by Vintage Images/Getty Images)

Los barberos de la Edad Media colocaban un poste con vendas blancas y rojas para anunciar que realizaban sangrías. Luego en Estados Unidos añadieron la línea azul

Los pelos han sido cosa importante, incluso asunto de Estado. Como el zar Pedro I el Grande quería desembrutecer Rusia y europeizarla, decretó, en 1698, que sus súbditos se afeitaran. Lo ordenó. Y luego, en 1705, estableció un impuesto sobre las barbas para animar al afeitado a quienes todavía fueran reticentes a pasarse la cuchilla.

Las caras lisas ganaron terreno como tendencia en el siglo XVIII, la época de los pelucones empolvados tan del gusto de Versalles. Aquella moda añadió otro quehacer a los barberos, el de fabricantes de pelucas.

Después, en el siglo XIX regresaron los rostros peludos. Así lucían Napoleón III de Francia, Alejandro II de Rusia o Karl Marx, Charles Dickens, Charles Darwin y otros personajes ilustres de entonces. La guerra de Crimea fue determinante en esta afición. «A los soldados británicos se les ordenó hacer crecer sus barbas durante las guerras en India y Asia para impresionar a las culturas que las respetaban o temían», se explica en Hombres y barbas. Cuando estos soldados volvieron a casa, marcaron tendencia.

En el siglo XX, las barbas se fueron. Y volvieron con los hippies. Mientras se producía el ir y venir de pelos sí, pelos no, el instrumental del barbero evolucionaba. La brocha de pelo de tejón nació en Francia en 1748; un serbio, Nikola Bizumic, ideó la maquinilla; en 1895, King Camp Gillette inventó las hojas de afeitar desechables; en 1921, Leo J Wahl patentó la maquinilla eléctrica… Y lo que vendrá.

PARA SABER MÁS

Hombres y barbas, del capitán Peabody Fawcett. Editorial Oberón.

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‘La bohème’, en el garaje

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Rodolfo, en vez de poeta, es guionista de cine; Marcello, en lugar de pintor, es artista plástico; Mimí no es modista, sino estilista de moda… Por Fátima Uribarri

La versión de La bohème, de Giacomo Puccini, que dirige Emiliano Suárez transforma algunos matices, pero el principal de los cambios es el escenario: se representa en un garaje. Así se ha interpretado en Bilbao, Barcelona y Madrid. Y así se hará cuando esta Bohème llegue a Las Palmas de Gran Canaria, Valencia, Pamplona, Santander o Palma de Mallorca.

Opera Garaje ha logrado atraer a la ópera a nuevos espectadores; muchos de ellos, jóvenes

Forma parte de Opera Garage, un proyecto que «acerca la ópera a espacios alternativos», explica Emiliano Suárez. El espacio obliga a ciertas modificaciones: no hay coros ni orquesta. Es una «función clandestina en formato underground», dicen los responsables de Opera Garage. Y ha atraído a la ópera a nuevos espectadores; muchos de ellos, jóvenes.

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Alejandro Sanz: “Los 50 años son liberadores. Sabes quién eres y es tarde para cambiar”

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No necesita mucha presentación. Al fin y al cabo, Alejandro Sanz ha vendido más de 25 millones de discos, ha ganado 23 premios Grammy y lleva tres décadas convertido en uno de los artistas españoles de mayor proyección mundial. A sus 50 años, antes de lanzar el álbum más tropical de su carrera, nos recibe en Miami, donde habla de sus hijos, el amor, el feminismo, la poítica, la música… incluso de Zinedine Zidane. Por Virginia Drake

Nos reunimos con él en Miami para escuchar los primeros singles de su nuevo álbum, #ElDisco, que ve la luz el 5 de abril. Las canas le han ganado la partida desde que nos vimos hace 4 años en Madrid, aunque mantiene esa cara de niño e idéntico sentido del humor. Presentaba entonces Sirope y ahora, recién cumplidos los 50, muestra su undécimo trabajo de estudio, mucho más maduro, latino y caribeño que nunca, con el que abrirá #LaGira con cinco conciertos por España –Sevilla, Barcelona, Madrid, Elche y La Coruña– a partir del 1 de junio. En exclusiva para XLSemanal hablamos de hijos y de amores, de muros y mestizaje, de mujeres y de fútbol con este gaditano de Moratalaz que lleva «Cuba en el alma y Miami en el corazón».

XLSemanal. Creo que con ver al periodista que va a entrevistarlo, ya sabe por dónde van a ir los tiros.

Alejandro Sanz. Más o menos [se ríe]. Me he encontrado de todo.

XL. ¿Cómo qué?

A.S. En una ocasión, me vino una venezolana que, mientras me preguntaba, hacía croché y apenas me miraba. Le pregunté si había escuchado el disco, me dijo que no le hacía falta y se quedó tan ancha; siguió haciendo punto. Al parecer, venía de hacer crónicas de sociedad y la habían pasado a música, que no le importaba nada. Otros utilizan todo lo que han aprendido en la escuela; te meten dos o tres preguntas para hacerte la pelota, y a la tercera, ¡zas!, te sueltan: «¿Tú eres fiel?». ¡Hay cada personaje!

XL. ¡Bien! Pues viene la tercera pregunta y el primer ¡zas!: ha cumplido 50 años, ¿se lo cree?

A.S. La verdad es que no; pero cuando me miro en los malditos espejos…

XL. ¿Es un buen momento para pensarlo?

A.S. Es tarde ya para pensarlo, pero muy liberador porque ya sabes qué eres, quién eres y que es tarde para cambiar.

alejandro sanz el disco

XL. Dice que ve ñoñas sus primeras canciones.

A.S. Ñoñas es lo más suave que puedo decir de algunas, que hasta me cuesta entenderlas [ríe].

“Yo no tenía facultades para cantar ni para componer, pero me empeñé. Está muy bien si tienes un don, pero si no lo tienes, y eso le pasa al 90 por ciento de la gente con éxito, es cuestión de trabajo y esfuerzo”

XL. Pero a la gente le siguen gustando.

A.S. Eso es porque no tienen criterio musical [ríe].

XL. A Manolo Escobar le sentaba regular que siempre le recordaran Mi carro.

A.S. ¡No me extraña! ¡Jajaja!

XL. A usted le va a pasar igual con Corazón partío.

A.S. Pero Corazón partío es otra cosa, porque está muy bien. A partir de 3 [su disco de 1995] es otro mundo.

XL. ¿Qué le evoca aquella portada de Los chulos son pa cuidarlos (1989), su primer disco, firmado como Alejandro Magno y vestido con torera y chorreras?

A.S. ¡Jo-der!, que diría Jesulín. ¡Eso es una obra de arte! [Se ríe]. Para los de la Movida es disco de culto.

Alejandro Sanz disco

Carátula del primer disco de Alejandro Sanz en 1989. “Una obra de arte”, bromea él sobre aquel estilismo.

XL. En #ElDisco, cada canción es de su padre y de su madre. Hay casi tantos estilos como temas.

A.S. Pero, al final, todos casan. Yo llevo en esto mucho tiempo, soy muy ecléctico. La gente cree que hago balada; pues bueno… que lo sigan creyendo.

XL. ¿Y usted qué cree que hace?

A.S. Muchas cosas diferentes y, en medio, algunas baladas. De hecho, en este disco, solo hay una o dos.

XL. ¿Cómo conserva ese acento andaluz si ha vivido desde los 7 años en Madrid y los últimos 16 en Miami?

A.S. Mi acento es denominación de origen porque, aunque nací en Madrid, soy madrileño de Cádiz, donde viví de pequeño. A mí me cambia el acento dependiendo de con quién hablo, aunque el madrileño recortado no me sale mucho… Me es más cómodo cantar con acento andaluz, es parte de mi esencia.

XL. ¿Cuántos de sus hijos viven con usted?

A.S. Dos: Dylan y Alma, y Alexander pasa todos los fines de semana conmigo. Jugamos mucho, me encanta decirle a cada uno, en bajito, que es mi preferido.

XL. Manuela está a punto de cumplir 18 años.

A.S. Ella es mayor de edad desde hace tiempo: es una niña fuerte, inteligente… Tiene novio desde los 16 y me cae bien, pero, si lee esto, que sepa que lo vigilo.

XL. Dice que sus hijos hablan cinco idiomas.

A.S. Sí: ruso, chino, inglés, español y algo de árabe, que es lo que a mí me hubiera gustado hablar [se ríe]. Los cuatro primeros los hablan perfectamente, con el árabe tienen más dificultad; costaba encontrar profesores. Desde los 5 meses les han hablado en esos cinco idiomas. Además, como cada uno tiene una raíz distinta, se crean estructuras de pensamiento diferentes; tienen cinco maneras de afrontar un problema, y eso es la hostia.

“Mis hijos hablan ruso, chino, inglés, español y algo de árabe. A veces están más cómodos hablando en ruso que en español. Así tienen cinco maneras de afrontar un problema”

XL. ¿No los achicharra un poco?

A.S. Nada, los aprenden jugando. A veces hablan más cómodos en ruso que en español. Menos el árabe, que tendrán que retomarlo, dominan cuatro al mismo nivel.

XL. El trato es una canción de amor durísima. Cuando la canta, parece que se desgarra.

A.S. Hay muchos tratos que duran solo un rato y el amor es tan explosivo cuando ocurre como desgarrador cuando se va. Siempre es así.

XL. ¿Su mujer comparte esta teoría?

A.S. No todas las canciones son autobiográficas, el subconsciente escribe también, y tampoco tienen que hablar de relaciones actuales. El trato es una tormenta, un cataclismo, pero no te lleva a la melancolía. Es un estado que no me gusta nada.

XL. También hay una canción a dúo con Judit Neddermann, en catalán y castellano.

A.S. Judit tiene una voz que me fascina. Este segundo es una historia de amor entre dos idiomas. Cuando la terminé, viendo el disparate que está pasando con el independentismo, le propuse a Judit que fuese una especie de abrazo entre Cataluña y el resto de España.

XL. En una canción parece fácil ese abrazo.

A.S. Sí, la pena es que está tan roto todo que no creo que sea inminente que pase, pero tengo fe en que alguien ponga un poco de cordura.

XL. ¿Vivir en Miami le da una perspectiva menos apasionada del problema?

A.S. Voy mucho a España, tengo mi residencia allí [está empadronado en Madrid]. Me duele España porque soy español. Y me duele Estados Unidos, Venezuela, Cuba, Zimbabue… Me duele todo lo que duela.

XL. ¿Y va a cantarla en Barcelona?

A.S. Espero que sí. He invitado a Judit.

alejandro sanz

XL. Se pone pulseras con la bandera de España.

A.S. Sí, es nuestra bandera. El otro día estaba viendo a Quique San Francisco y llevaba su banderita; y no creo que sea sospechoso de ser facha, ¿no?

XL. Este disco tiene salsa, balada, son, merengue, rumba, flamenquito…

A.S. Oye, lo de ‘flamenquito’ lo puedo decir yo, no tú.

XL. Pero si una de sus letras se define como «un flamenquito con el corazón en La Habana».

A.S. Ya, pero queda un poco despectivo si lo dice otra persona, yo lo digo con un deje especial. Te lo perdono por esta vez, jajaja. Este disco representa lo que la música es para mí: soy salsa, merengue, mariachi, bolero, tango, son… ¡Soy latino, gracias a Dios!

XL. Además, tiene un hijo de cada país.

A.S. Hay de todo, sí: mexicana, puertorriqueño, estadounidense, española… Así es la vida: multicolor.

XL. Debe de ser el único español famoso que se casó ante un montón de invitados sin que nadie lo supiera. La gente pensaba que iba al bautizo de Dylan y se encontró una boda.

A.S. Pero el bautizo también se celebró, se encontraron dos por uno. Que nos casábamos ese día lo sabíamos mi mujer, el cura, dos personas más y yo. ¡Nadie más!

“Casarme por la Iglesia es lo más punki que he hecho. Es lo más alternativo. No pensé que fuera a hacerlo así nunca en mi vida”

XL. Dice que lo más punki que ha hecho en su vida es casarse por la Iglesia.

A.S. ¡Totalmente! Lo más alternativo, no pensé que fuera a hacerlo en mi vida. ¡Y está bien!

XL. #ElDisco es un álbum muy latino, con mucho mestizaje, contra los muros y la xenofobia…

A.S. El hombre lleva levantando muros toda la vida. Me parece estúpido pensar que un muro va a parar el problema entre Estados Unidos y la frontera con México. Este es un problema mundial. Pregunta en Algeciras a ver qué opinan de esto.

XL. ¿Y usted qué propone?

A.S. En España sabemos que a la gente no hay que dejarla morir en el mar, pero hay que hacerlo bien: repartirlos, no dejar a todos en Algeciras o en Almería.

XL. ¿Le preocupa el radicalismo?

A.S. Los partidos radicales de España no me dan tanto miedo, pero aquí están en el Gobierno. Gracias a Dios, la división de poderes en Estados Unidos es bastante sólida y Donald Trump no tiene tanta facilidad para hacer lo que quiere; de hecho, ahora mismo tiene a todo el Congreso en contra. Imagínate lo que hubiera pasado si Trump hubiera podido hacer lo que ha hecho Maduro en Venezuela: cargarse el Congreso y crear un Congreso Constituyente paralelo.

“Hay que seguir presionando hasta que Maduro salga de Venezuela. Se presente quien se presente, yo voy a apoyar a Guaidó por cómo está haciendo las cosas”

XL. ¿Es optimista con la evolución política en Venezuela?

A.S. Tengo mucho miedo a lo que pueda pasar si el mundo deja de mirar a Venezuela. Hay que seguir presionando hasta que Maduro salga del país. Se presente quien se presente, yo voy a apoyar a Juan Guaidó, por lo que representa y por cómo está haciendo las cosas.

XL. En su día apoyó a Obama y ahora se manifiesta contra Trump. ¿En España se paga peaje por apoyar a un partido?

A.S. En nuestro país se paga muuuy caro opinar. No ya porque te dejen de contratar, porque a mí hace años que no me paga nada un ayuntamiento, es más por la cantidad de gente que se te echa encima.

XL. No quiso cantar en Cuba en aquel concierto por La paz sin fronteras que organizó Juanes y al que asistieron Bosé y 14 cantantes más.

A.S. No quise cantar en La Habana en las condiciones que había que cantar. En Cuba no hay libertad. El problema no es la paz, es la democracia.

XL. ¿Y volverá a cantar en Venezuela?

A.S. Ahora no porque no hay luz, hay que esperar a que le llegue la libertad. La gente lo que necesita es alimentos, agua, medicinas… La música puede esperar.

XL. ¿Usted puede darse un paseo por la calle libremente o ir a tomar una copa con un amigo?

A.S. ¡Imposible! La última vez que hice una tontería así fue con un tío mío en un pueblo de Sevilla, porque se empeñó en decir que a las fans las pagábamos nosotros para que nos siguieran. Fuimos a tomar una cerveza y a los dos minutos estábamos rodando por el suelo; y, mientras lo pisaban, decía: «¡Anda, que es verdad, que es verdad!» [risas].

XL. ¿Ha probado con gafas y peluca?

A.S. No hay nada peor que te reconozcan disfrazado. En un centro comercial en Argentina acabó viniendo la Policía para sacarme. Me vistieron de uniforme y salí entre varios agentes, pero la gente me reconoció y se montó un jaleo enorme. Me sentí totalmente ridículo. No sabía ni qué hacer con la gorra [risas].

XL. ¿Hay alguien que no se le ponga al teléfono?

A.S. Normalmente se me pone todo el mundo. Lo que hay es gente a la que ya no llamo.

Alejandro Sanz nuevo disco

XL. El pasado 8 de marzo, un tuit suyo le costó una importante retahíla de críticas.

A.S. También hay que ver quién te da esa caña. Hubo quien no supo interpretar lo que quería decir, porque esa foto con el ojo pintado ya fue portada de una revista, para una campaña contra la violencia machista.

XL. ¿Por qué su forma de defender a la mujer le acarrea críticas feministas?

A.S. Quien pide respeto y no respeta va mal. Son grupos que, si no eres como ellos, eres el enemigo.

XL. ¿Cree que estos movimientos surgidos a raíz del 8 de marzo ya no los para nadie?

A.S. No tienen vuelta atrás. ¡Y ya era hora! Ha habido sociedades muy machistas durante miles de años, donde las mujeres han sufrido todo tipo de escarnios y abusos. Ahora estamos enmendando la plana un poquito. Yo lo hago por mi madre y por mis hijas y porque estoy harto de sentir miedo cuando salen a la calle. Quiero que crezcan en una sociedad igualitaria.

XL. ¿Las educa en igualdad?

A.S. ¡Totalmente! Pero lo que no hago es reconducir conductas: tengo una hija a la que le gusta ser una princesa y a mí me parece muy bien que le guste y que sea lo que quiera.

XL. Es el español más seguido en las redes: 19 millones de seguidores en Twitter, 6 millones en Facebook, 4 millones en Instagram…

A.S. Algunos le dan demasiada importancia a eso. Las redes parecen más de lo que son; a veces da la sensación de que te está matando toda España y son unos cuantos.

XL. Por cierto, es usted madridista de pro. ¿Está contento con la vuelta de Zidane?

A.S. ¡Muuucho!, la otra opción no me gustaba nada. Ya no tenemos nada que hacer en la Liga, pero la dignidad la vamos a salvar.

XL. Dice que el mejor sitio para comer en Miami es en su casa.

A.S. ¡Totalmente! Tengo una chef vasca y catalana que cocina muy bien, y hacemos mucha comida española con productos que nos traen de España. Cuando comemos en familia, cocino yo.

XL. ¿Queda con otros cantantes españoles en Miami: Enrique Iglesias, David Bisbal…?

A.S. Con Enrique, poco; él tiene su vida y yo la mía. Con David me llevo muy bien, es como mi hermano.

XL. Pues he leído que, por las diferencias que Bisbal tiene con Elena Tablada (amiga suya), David y usted se han distanciado.

A.S. ¡Qué va! Mentira. David y yo nos adoramos y, cuando dicen esas cosas, nos mandamos pantallazos comentando lo ridículas que son.

XL. ¿Conoce a Rosalía?

A.S. Sí, y me encanta. Hablamos por teléfono de música, de este negocio, me pide consejo para saber por dónde tirar… ¡Es muy buena niña!

XL. Veo que cada vez tiene más tatuajes.

A.S. ¡Es adictivo! Empecé con el toro del Guernica y ya no paré. A mi madre no le gustaba, pero se acostumbró; y, precisamente, el último que me he hecho ha sido el suyo [bajo la camisa muestra, sobre el corazón, el retrato de su madre, fallecida en 2012].

XL. Tampoco le gustaba que se dedicara a la canción.

A.S. Nada, quería que hiciera oposiciones y trabajara en la ventanilla de un banco: lo más aburrido del mundo, y que me perdonen los bancarios.

XL. ¿Por qué quiso ser cantante si confiesa que no se le daba nada bien?

A.S. No tenía muchas facultades; ni para componer, pero me empeñé. No todo consiste en tener un don. Está muy bien si lo tienes; pero, si no, has de saber que el 90 por ciento del éxito es cuestión de trabajo y esfuerzo.

XL. El 30 de abril es ‘el día de Alejandro Sanz’ en Los Ángeles, y en España no hay ni una placa con su nombre, ¿le pica?

A.S. Un poco sí [ríe]. Una vez dijeron que iban a llamar el puente del Corazón Partío al que une Moratalaz con Retiro, pero ahí quedó la cosa. A ver si al leer esto se animan.

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Mujeres malas

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Mujeres malas

PATENTE DE CORSO

Hace dos o tres semanas les contaba quiénes eran mis villanos de película favoritos, repasando una lista que hice a medias con Javier Marías. También prometí otro artículo sobre ellas, las chicas perversas del cine. Y aquí me tienen, cumpliendo. Esta vez la lista la hago solo, porque Javier está de viaje y no hemos hablado del asunto. Me salen veintiocho, aunque no todas caben en esta página. Pero sé que Javier y yo coincidimos en casi todas. A fin de cuentas tenemos la misma edad, y de jovencitos nos calzamos los mismos tebeos, libros y películas.

Una precisión previa: lo de chicas malas, sobre todo en el cine de antes, resulta relativo. En otras pelis las mismas actrices hacían de buenas. Incluso cuando encarnaban a personajes oscuros o inmorales, solían redimirse al final. Que nunca dejaran de ser unas irreductibles arpías era privilegio de muy pocas. Además, había matices. Una estupenda Angie Dickinson, por ejemplo, lo mismo podía ser una jugadora de cartas de moral ambigua que al final se enamoraba de John Wayne en Río Bravo, que la mala pécora a la que en Código del hampa le espeta Lee Marvin: «Ya sé por qué no se defendió. Era un hombre muerto. Lo habías matado tú».

En algunos nombres de mi lista personal de malas requetemalas y villanas de verdad no admito discusión: ahí están Mary Astor en El halcón maltés,Glenn Close en Atracción fatal, Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane?, Judith Anderson en Rebeca, Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo o Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces o Los tres mosqueteros. Dejando, claro, un merecidísimo puesto de honor a Barbara Stanwyck, perversa y manipuladora de verdad en esa soberbia película titulada Perdición, que es una de las obras maestras del cine negro, con Fred MacMurray diciéndole al final a Edward G. Robinson: «Maté por dinero y por una mujer. No conseguí el dinero ni tampoco la mujer».

Las que menciono son chicas malas sin redención posible, de las que cuando al final las meten en la cárcel o alguien les pega un tiro te quedas muy a gusto, dándote igual que sean mujeres, hombres o ministros de Hacienda. Pero hay otras categorías más sutiles. Grupo aparte lo forman las que en el fondo son buenas,  o no tan malas como parecen cuando las ves cantando en un cabaret, de novias de un gánster, o de ambas cosas a la vez. Es el caso, naturalmente, de Rita Hayworth en Gilda –esa bofetada de Glenn Ford que hoy nadie se atrevería a meter en una película–, pero también de Lauren Bacall en Tener o no tener,  de Ava Gardner en Forajidos, de Gloria Grahame en Los sobornados, de Sharon Stone, de la que es ineludible Instinto básico («No pienso confesar mis secretos porque haya tenido un orgasmo») pero a la que hay que echar un vistazo serio en El especialista, de la deliciosa Brigitte Bardot cuando aún no se dedicaba a salvar focas y bailaba sobre una mesa en Y Dios creó a la mujer o seducía a Jean Gabin enEn caso de desgracia.

De todas formas, las chicas malas cinematográficas que más me gustan son las que, dicho en elegante, fueron arrastradas por el río de la vida: la Jean Harlow que hace estupendo trío con Clark Gable y Wallace Beery en Mares de China, la Joan Crawford que todos recordamos en Johnny Guitar con el magnífico Sterling Hayden, pero que yo disfruto más en Lluvia, y también la Greta Garbo de Mata Hari, por citar sólo algunas. Aunque mis amores malvados en este ámbito se centran sobre todo en dos señoras, o más bien en tres. Una es Mae West (No soy ningún ángel), cuyo físico nunca me estimuló nada, pero cuyo sentido del humor, personajes interpretados y diálogos («¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?», «El sexo es como una partida de póker: si no tienes una buena pareja, más vale que tengas una buena mano») la hacen admirable. Y la otra, mi verdadero mito cinematográfico de toda la vida, es Marlene Dietrich, la mujer mítica que besó a Lorenzo Falcó en un cabaret de París. Adoro sus películas, hasta el punto de que he visto Fatalidad, Siete pecadores y El expreso de Shanghai quince o veinte veces: «Se necesitó más de un hombre para cambiar mi nombre por el de Shanghai Lily».

Dirán ustedes que hablé de tres amores y falta uno. Pero es que me reservaba el mejor: la mujer que dijo eso de «No es que yo sea mala, es que me dibujaron así»: la sin igual, soberbia, espectacular, inmensa Jessica Rabbit. La única mujer del mundo capaz de susurrar: «Quiero que sepas que te quiero más de lo que mujer alguna ha querido a un conejo» y ponerte caliente. Una de esas señoras, da lo mismo malas o buenas, por las que cualquier hombre sería capaz de ir al infierno a buscar fuego para encenderle un cigarrillo. O dos.

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Una saludable desesperación

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Una saludable desesperación

Animales de compañía

En las sociedades paganas la gente no se preocupaba por la salvación de su alma. Era una actitud desesperada, pero al menos el pagano tenía la gallardía de entregarse a un vitalismo despepitado que se condensaba en aquel célebre consejo de Menandro: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos». En las sociedades neopaganas de nuestra época, la gente tampoco se preocupa por la salvación de su alma, pero la desesperación se ha cambiado de ropajes, ha dejado de tocar a rebato bajo el grito comilón y borrachín de «sálvese quien pueda» y ha ofrecido al hombre desesperado (ya que no puede ofrecerle una razón para vivir) otras anestesias muy diversas que le hagan más llevadera su desesperación. Le ha ofrecido morfina para acallar su dolor, píldoras para embravecer su bálano, bisturís para borrar sus arrugas, proteínas sintéticas para endurecer sus músculos, dietas para alargar su vida. La desesperación, de este modo, ha acabado convirtiéndose en nuestro hábitat natural; un hábitat con aire acondicionado en verano, calefacción central en invierno e hilo musical las cuatro estaciones del año.

Y así, mitigada por estas anestesias, la desesperación ha conseguido que el hombre neopagano acepte todo tipo de mortificaciones que dejan chiquitas las penitencias cuaresmales que ayudaban al hombre a salvar su alma. Para participar de la desesperación de nuestra época ya no es posible comer y beber sin tasa, como proponía la invitación hedonista de Menandro, sino que a cada instante debemos recordar que, por cada comilona que nos embaulamos, por cada sobremesa regada de alcohol que alargamos, por cada cigarrillo que fumamos, agotamos un minuto, una hora, un día de vida. La desesperación neopagana, en su afán por salvar la salud del cuerpo, ha amargado nuestra vida con las privaciones más ímprobas, al estilo de aquel doctor Pedro Recio de Tirteafuera al que encargaron vigilar la alimentación de Sancho Panza, mientras fue gobernador de la ínsula Barataria. Aquel mamarracho, armado de una varilla de ballena, señalaba las viandas que consideraba poco saludables, condenando al buen Sancho al ayuno más aciago; y esto mismo hace con nosotros la desesperación neopagana, donde la tiránica Salud desempeña el mismo papel (en versión paródica y degradada, como corresponde a todo sucedáneo idolátrico) que en las sociedades religiosas representaba la Virtud. Con la diferencia de que, mientras el hombre virtuoso miraba la eternidad, el hombre saludable de hogaño mira… el cronómetro, computando los minutos, las horas, los días que gana con su saludable y pestilente vida. Sancho Panza, al menos, pudo darse el gustazo de despedir con cajas destempladas al doctor Pedro Recio de Tirteafuera. A nosotros, la desesperación neopagana nos impone vivir saludablemente hasta nuestro fallecimiento, para llegar a ser un saludable cadáver que alimente saludablemente a los muy saludables gusanos que habrán de devorarnos (¡o al fuego de la incineradora, más saludable todavía!).

Y es que, en las sociedades neopaganas, la tiranía omnímoda de la Salud se ejerce sobre una masa esclavizada que sólo cree en el Paraíso en la Tierra instaurado por Papá Estado, que le otorga graciosamente ‘derechos’ y ‘libertades’. Y Papá Estado, en su afán por proteger nuestros ‘derechos’ y ‘libertades’, y bajo los afeites de la ‘tolerancia’, ha erizado nuestra vida de muy protectoras empalizadas. Y así, armados de los ‘derechos’ y las ‘libertades’ que nos brinda Papá Estado, que no son sino armas arrojadizas que arrojamos contra el prójimo (en quien sólo vemos un enemigo potencial), nos entregamos a las más ímprobas privaciones, confiados grotescamente en que, por cada cigarrillo que no prendamos, por cada manjar que rechacemos, por cada exceso que no cometamos, obtendremos a cambio un minuto, una hora, un día más de vida. No está probado que esta saludable desesperación vaya a obtener recompensa; más bien está requeteprobado que seguiremos muriéndonos, después de convertir nuestra existencia en un infierno. Y quién sabe si después de ganarnos el infierno en la otra vida.

Todo sea por alcanzar una magnífica ‘calidad de vida’, que es como nuestra época denomina sarcásticamente a la vida llena de ímprobas privaciones que ni siquiera son medios de nada; ímprobas privaciones convertidas en sí mismas en fines vacuos y dementes. A ninguno de aquellos juguetones dioses del Olimpo inventados por los paganos se le hubiese ocurrido una forma de tortura tan alienante y aburrida. Pero ¿quién dijo que las idolatrías fuesen divertidas?

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Coti Sorokin, en el Colón de Buenos Aires

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Coti Sorokin, en el Colón de Buenos Aires

Arenas movedizas

Me he declarado seguidor de Coti Sorokin desde que lo conocí a través de un disco en el que se dedicó a cantar piezas que había compuesto él, pero que habían cantado otros y que yo no había conocido ni por otros ni por él. Creo que era el año 2005. La cosa se llamaba Esta mañana y otros cuentos. Hacía algunos años que me preguntaba qué especie de fenómeno creativo se daba en la fascinante República Argentina para ir escupiendo tipos de talento uno detrás de otro sin apenas periodos muertos. No era necesario dar demasiadas vueltas al misterio: Argentina ha brindado artistas descomunales en diversos órdenes relacionados con las Bellas Artes –como los han podido brindar México o Cuba–, y no es de extrañar que en el rock y en otros estilos hayan aportado a la música en español auténticas referencias. Al Río de la Plata llegó en los cincuenta, como llegó a España, el rock norteamericano y, como en nuestro país, cientos de jóvenes se lanzaron a reproducir ese fenómeno contagioso y apasionante con una curiosidad: no se limitaban a versionar los éxitos meramente estadounidenses, sino que elaboraban material propio, en español y rabiosamente original. Aquellos grupos históricos –conozco pocos, pero no se me escapan Los Gatos, Almendra o Manal, que era un espectacular trío generador del blues más homologable– marcaron el camino en los años sesenta y setenta. Fundamentalmente, los argentinos que se han asomado a un escenario con una guitarra colgada por los hombros han tenido dos referencias, y que me perdonen aquellos a los que no cite: Charly García (Sui Géneris) y Luis Alberto Spinetta (Almendra). García, felizmente vivo, ha sido todo lo que se puede ser en la industria y la creación del disco, y Spinetta, lamentablemente fallecido, fue un icono lírico, complejo y brillante del que han bebido muchos artistas que hoy conocemos. Busquen en la música de Fito Páez, de Abel Pintos, de Facundo Soto, de Andrés Calamaro –artistas todos descomunales– las influencias de estos dos fenómenos. También en la de Coti. También en las de Rot y Stivel, aquellos dos revolucionarios argentinos que vinieron a alegrar la España de los setenta mediante la creación de Tequila, la banda parecida a unos Rolling Stones en chiquitito que aún nos hacen bailar.

La dictadura de los militares argentinos prohibió, cuando las Malvinas, la música en inglés en las radios: supuso indirectamente un empujón a las bandas que cantaban en español, que en Argentina eran todas o casi todas. Surgió un rock subversivo y se exiliaron no pocos artistas. Además de los fundadores de Tequila, por España cayeron Moris, Roque Narvaja y otros, que fueron un regalo, como lo habían sido cantantes y artistas de otros órdenes que habían llegado décadas atrás. España y Argentina han sabido intercambiarse con agrado y normalidad a sus nacionales, y uno de ellos es este Coti Sorokin, magnífico relator de historias que jalona sus últimos años con éxitos conocidos por todos. Coti decidió, no sin riesgo, encerrarse en el Teatro Colón de Buenos Aires, que es como si aquí se encerrase en el Real o en el Liceo, rodeado de poderosa orquesta, de su banda de siempre y de sus amigos –algunos anteriormente mentados–, para repasar buena parte de su repertorio en clave casi sinfónica. Es un riesgo, claro; siempre algo puede salir mal y tú quieres grabar ese concierto sabiendo que aquello que no funcione no lo vas a poder arreglar. No sólo nada salió mal, sino que surgió un disco –los antiguos siempre diremos un elepé– colosal, conmovedor, bellísimo, que hoy se puede escuchar en las plataformas dichosas o comprar en alguna tienda que quede suelta o adquirirlo en los conciertos que Coti está dando por España un día tras otro. Una tarde como la del pasado viernes, en la feliz venida de la primavera, acontecida al compás de la grandeza argentina de músicos prodigiosos protagonistas de este disco, resultó un bálsamo inolvidable. Enhorabuena a los promotores, al creador y a los buscadores de tesoros que saben dar con piezas como esta.

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El hombre y la tierra

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El hombre y la tierra

Reinos de humo

Las paradojas del hombre blanco no me dejan descansar. A medida que nos volvemos más urbanitas, el campo, los pueblos, la naturaleza y todo aquello que vamos abandonando sin remisión se vuelve ideológicamente más importante. El principal combustible conceptual de las ciudades contemporáneas se carga de sentido en territorios despoblados. Ideas y etiquetas tan poderosas como ‘sostenible’, ‘bio’, ‘puro’, ‘auténtico’, ‘respirable’… se inspiran en la vida entre jaras y robles, pero se instalan en las ciudades, como tantos españolitos en los años cincuenta. Es como si todo lo brillante y sabroso que se produce en una tierra se exportara a la ciudad y el lugar donde se ha gestado quedara yermo como una higuera en enero. Los agricultores envejecen lentamente y desaparecen en silencio tan lejos de los centros productores de titulares que no llaman la atención de casi nadie. Y mientras, en las anchas vías de asfalto y aire acondicionado, las palabras que se multiplican por sus fibras de vidrio y sus redes de 4G solo hablan de Franco, de derechas y de izquierdas, con ese plural que en este país rememora tiempos previos a las pistolas al cinto. Leo, todavía sin tiempo para profundizar en su bondad, que el Parlamento Europeo ha aprobado una directiva para proteger a los agricultores y cooperativas agrarias frente a las prácticas comerciales desleales y en defensa de una cadena alimentaria más justa. Como las cosas en palacio van despacio, tardará 36 meses en entrar en vigor en todo el territorio de la UE. Esperemos que para entonces aún nos queden vidas y campos que proteger. Al menos la noticia me calmará la conciencia hasta mañana.

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Tres niñas

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Tres niñas

Pequeñas infamias

No siento especial atracción por los niños prodigio. Unos no me parecen tan prodigiosos, a la mayoría los veo como candidatos a juguetes rotos y a casi todos los imagino manipulados en la sombra por algún adulto desaprensivo. Y, sin embargo, existen en la actualidad tres excepciones notables, tres niñas que, no deja de ser significativo, defienden otras tantas causas tan candentes como irresolubles para los adultos. Sus nombres son Malala Yousafzai, Ahed Tamimi y Greta Thunberg. A la primera la conocimos cuando, con quince años y por defender los derechos de las niñas a asistir a su escuela en la localidad pakistaní de Migora, un talibán le descerrajó un par de tiros a bocajarro. Tras recuperarse milagrosamente de sus heridas y continuar su lucha por los derechos civiles de mujeres y niños, Malala se convirtió en 2014 en la persona más joven en ganar un Nobel en cualquiera de las categorías que este otorga. Ahed Tamimi también ha sido víctima de la intransigencia. Su larga melena de rizos rubios se hizo famosa en el mundo entero cuando abofeteó en público a un soldado israelí poco después de que una patrulla disparase a la cabeza con una bala de goma a uno de sus primos provocándole secuelas irreversibles. El suceso se produjo tras las protestas por parte de los palestinos porque el manantial de su comunidad fue confiscado para entregárselo a unos colonos judíos. Bassem, el padre de Ahed, se encontraba desde tiempo atrás en ‘detención administrativa’, un tipo de encarcelamiento sin juicio ni cargos que puede prolongarse indefinidamente mientras que la familia antes ya había sufrido otras dos muertes. La del hermano de Bassem, al ser alcanzado en la cara por una granada de gases lacrimógenos, y la de un tío materno de Ahed, abatido por la espalda por soldados israelíes. La niña acabó detenida, interrogada y condenada a ocho meses de cárcel. Ahora, una vez en libertad, Ahed sigue luchando por dar visibilidad a unos atropellos que ni siquiera los observadores de organismos internacionales como la ONU, destacados en los territorios ocupados para velar por que se cumplan las leyes, se atreven a denunciar. La tercera de las niñas de las que hablo se llama Greta Thunberg y se ha convertido en un símbolo de las protestas por el clima. Sus Viernes por el Futuro son manifestaciones convocadas cada semana para denunciar la inacción de los responsables políticos frente al cambio climático que se han extendido como la pólvora, primero en las redes sociales y ahora en ciudades de centenares de países. «Antes era muy tímida y aún sigo siéndolo –explica esta niña de dieciséis años y aspecto aún más aniñado–. Pero siento que lo que hago tiene sentido y puede ayudar a muchas personas». «Lo de Greta recuerda mucho a un viejo cuento de la tradición sueca –comenta a su lado una activista veterana que lleva años luchado por la misma causa y sin ningún éxito–. El más pequeño de todos nosotros –’la más pequeña’, corrige– empuja a los demás a luchar contra el dragón».

A mí los ejemplos de Malala, Ahed y Greta me recuerdan otro mito, anglosajón este, el de Boudica, una reina guerrera que logró poner de acuerdo a varias tribus británicas enemigas entre sí y protagonizar el mayor levantamiento contra la ocupación romana en tiempos de Nerón. La historiadora Antonia Fraser, con la reina Boudica como ejemplo, ha elaborado una interesante teoría según la cual la mujer en la historia se ha mantenido siempre en segundo plano, excepto cuando surge una situación límite. Entonces, como Boudica (o como Agustina de Aragón, Isabel la Católica, Margaret Thatcher y tantas otras) dan un paso al frente y consiguen modificar el curso de la historia. El integrismo islámico, el conflicto árabe-israelí y el cambio climático son tres de los mayores retos a lo que nos enfrentamos hoy en día. ¿Lograrán Malala, Ahed y Greta marcar el camino hacia su resolución? Quién sabe, tal vez ese viejo mito sueco del dragón y el no menos antiguo de la reina Boudica se descubran como proféticos. Cosas más raras se han visto.

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Greta, la chica que se ha propuesto salvar el mundo

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Su cerebro es una obra de arte

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El radiólogo francés Denis Ducreux ha convertido en obras de arte imágenes cerebrales obtenidas con resonancias magnéticas de última generación. Por Fátima uribarri

Ducreux se ha centrado sobre todo en el sistema límbico del cerebro, que es donde se procesan el comportamiento, las emociones y la memoria. En esas imágenes se pueden ver incluso las fibras que conectan este maravilloso sistema formado por varias estructuras cerebrales; entre ellas, la amígdala y el hipotálamo. Son fotografías de nuestra fábrica de emociones. Y son arte.

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Leonor de Aquitania, una feminista en palacio

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Olvidada por la historia, esta mujer, dos veces reina, madre, abuela y bisabuela de reyes, fue mucho más que eso. Desde su poderosa situación en Aquitania alentó la independencia femenina y sobre todo el amor cortés, la literatura que cantó el siglo XII.

La leyenda ha hecho de ella una heroína de literatura cortés, un símbolo de la mujer ideal del siglo XII, pero esta vez el mito no anda muy lejos de la realidad. Leonor de Aquitania, primero reina de Francia y después soberana de Inglaterra, tuvo una vida digna de un novelón. Ella reunía todos los requisitos que un mito celta necesitaba: era guapa, inteligente, amante del arte, poderosa, ambiciosa y con ansias de luchar por la libertad femenina, dentro, eso sí, de lo que las férreas costumbres medievales le permitían.

Leonor era todo esto y muchos de sus contemporáneos jamás le perdonaron estas virtudes, por eso fabularon una leyenda de mujer fogosa y adúltera. Aún así nada de esto paralizó a una reina que iba a sobrevivir a la mayor parte de sus contemporáneos, no sólo en edad -llegó hasta los 82 años-, sino también en importancia.

A Leonor de Aquitania la historia le debe mucho más que una simple película de amor y aventuras. Jean Markale, un prestigioso medievalista, lo dejó dicho: «Nunca se insistirá bastante sobre la influencia que Leonor de Aquitania tuvo personalmente en la evolución de las costumbres del Norte, en este siglo XII en que Francia no era más que un reino teórico en busca de su personalidad».

Leonor de Aquitania, la mujer que estaba llamada a ser la impulsora de una nueva literatura y de un tímido feminismo, nació en 1122, hija primogénita de Guillermo X de Aquitania y VIII de Poitiers y de Aenor de Châtellerault. Era por tanto la heredera de todo el sureste de la Francia actual donde, al contrario que en los demás dominios galos, no reinaba la ley sálica. Leonor, soberana de una tierra próspera, rica en cereales y en vino, con un comercio creciente y con señores poderosos, pesaba mucho en el juego de apoyos y alianzas en el que se basaba el sistema de vasallaje. De su abuelo, Guillermo IX, que muchos reconocen como el primer trovador, Leonor heredó su inclinación por la cultura, pero también su carácter tozudo, su pronto malhumorado y sus reservas hacia el mundo clerical, tan poderoso en aquella época.

Llevó a París  los corsés, los escotes de vértigo y la sensualidad. Pero el entorno del rey Luis VII la odiaba e inventó rumores de adulterio

Pero la entrada de Leonor (Aenor en occitano, lengua que entonces se hablaba en sus tierras) en la historia fue por supuesto por la puerta grande, con una boda que la convirtió en reina. A los 15 años Leonor contrajo matrimonio con Luis VII en la catedral de San Andrés de Burdeos. Corría el 25 de julio de 1237. La unión fue por supuesto política y muy ventajosa para la corona francesa, que se hacía con la rica Aquitania y el próspero Poitou, pero por parte de Luis fue además un matrimonio por amor, un sentimiento que en ningún momento compartió la aquitana, quien a cambio revolucionó París.

Leonor estaba dispuesta a llevar lo mejor de su tierra a la soporífera corte parisina y así la llenó de sensualidad, de corsés, de escotes de vértigo, de telas coloridas, de juegos y de músicos y trovadores que no exaltaban gestas ni victorias viriles, sino que se dedicaban a cantar al amor. Si bien es cierto que aquello fue muy probablemente el inicio del esplendor que acabaría teniendo la corte francesa, para Leonor fue desastroso: sólo consiguió el odio del entorno del rey. Un odio que se tradujo en mentiras y confabulaciones para despertar la desconfianza y los celos del joven monarca.

Luis VII de Francia

Luis VII de Francia

Al principio Luis VII se dejó, enamorado, aconsejar por su mujer, una auténtica estratega, pero la anunciada crisis acabó por llegar en el peor momento, cuando ambos estaban inmersos en la II Cruzada. ¿Qué ocurrió en Tierra Santa para cambiar el destino de sus vidas y de la historia? Las hipótesis han sido muchas. La mayor parte de los cronistas coinciden en aventurar que Raimundo Poitiers, tío carnal de Leonor y con quien ésta ya había tenido un escarceo en su adolescencia, fue el culpable de la ruptura, pues Luis VII no estaba dispuesto a aguantar que su linaje se manchara con un adulterio. Pero lo único seguro es que allí se gestó el sonado divorcio de la pareja, basado en la nulidad eclesiástica por consanguinidad.

Cierto es que los reyes franceses eran parientes en noveno grado, pero aquello poco había importado a la Iglesia en el momento del matrimonio. Es más, el propio papa Eugenio III hizo lo posible porque se olvidaran de su divorcio, más aún cuando se había demostrado que Leonor no era estéril (en aquella época los problemas de esterilidad sólo se concebían en la mujer), pues había tenido dos hijas, aunque todos esperaban el anhelado varón. ¿Por qué entonces se empeñó Leonor en poner fin a aquella unión? Sencillamente porque tras 18 años de matrimonio Leonor no quería ceñirse a su papel de reproductora y quiso ser dueña de su propio destino, no en vano su ambición tenía muy pocos límites.

Con el divorcio firmado Leonor no paró ni un minuto más en la corte francesa. Salió de allí volando y, al parecer, sin demasiados remordimientos por abandonar a sus dos hijas, María, de siete años, y Aélis de 18 meses. Pero su apresuramiento tenía una explicación: Leonor se había convertido de nuevo en un buenísimo partido y había quien podía raptarla para casarse con ella y hacerse con sus tierras, de las que seguía siendo dueña. De hecho esto fue lo que planeó el propio conde de Blois, llamado también Thibaud el Tramposo, quien tiempo después se casó con su hija Aélis.

Una vez a salvo, Leonor se afanó en la siguiente meta, que había mantenido en secreto y por la que había decidido separarse. El 18 de mayo de 1152, casi dos meses después de la anulación de su matrimonio con el rey de Francia, Leonor, condesa de Poitiers y duquesa de Aquitania de 30 años, se casaba con el joven Enrique, de 19 años, conde de Anjou, duque de Normandía y aspirante al trono de Inglaterra.

Lo que sí es de suponer es que cuando su ex marido, el rey de Francia, se enteró, comprendió su error, su política falta de malicia y de miras: la rica Aquitania y el próspero Poitou escapaban de la corona francesa para echarse en brazos de la inglesa, su rival.

¿Por qué Leonor llevó a cabo esta maniobra política? Porque de haberse quedado en Francia, Leonor no hubiera sido lo que fue como reina de Inglaterra, porque los reyes capetos jamás habrían consentido que una mujer tuviera el poder que de hecho ejerció en el país angevino. ¿La razón? En el sistema francés el poder del rey, siempre varón, era indiscutible, a él se le debía total obediencia. En cambio, en el sistema inglés, aunque habitualmente se guardaron las formas, el poder estaba en realidad en manos de los vasallos que podían rebelarse si lo veían oportuno. Esta importante diferencia de matiz fue lo que llevó a Leonor a cambiar a su monarca capeto por el angevino. Pero había una razón más: esta vez Leonor sí se había enamorado del joven Enrique, futuro rey de Inglaterra.

leonor de Aquitania y Enrique ii

Leonor de Aquitania y Enrique II

 

Lo cierto es que ambos eran tal para cual. Si Leonor era sagaz, autoritaria, amante de la política y tremendamente ambiciosa, Enrique no le iba a la zaga. Leonor había encontrado la horma de su zapato y la relación no iba a estar exenta de discusiones y encontronazos.

Al principio todo fue viento en popa. Si Leonor había manifestado en su anterior matrimonio que se había casado con un monje y no con un hombre, no pudo decir lo mismo de Enrique, con quien tuvo ocho hijos. Los primeros años uno y otro compartieron el poder y Enrique incluso se dejó aconsejar por su esposa, aunque, muy consciente de su papel, jamás le entregó el verdadero poder. Aunque ella se ganó el respeto de sus súbditos. En aquella época, las costumbres feudales exigían que todo buen rey recorriera sus dominios para impartir justicia, dirimir rencillas y combatir. Y Leonor lo hizo. Fue una mujer dura, valiente, que no se amilanó jamás y que no dudó en cabalgar constantemente por su territorio. Es de suponer, por tanto, que esto aumentó su leyenda, no sólo de bella e inteligente, sino de combativa e infatigable tanto o más que su poderoso esposo.

Los rumores de escarceos amorosos que tanto se escucharon en la corte francesa cuando Leonor estaba casada con Luis VII no se repitieron. Aunque parece que tuvo un romance con el trovador Bernard de Ventadoru, a quien Enrique II hizo alejar de la corte, esta vez fue el rey, que jamás había estado enamorado de Leonor, quien exhibió públicamente su adulterio con una dama conocida como La bella Rosamunda.

Durante 16 años deambuló de fortaleza en fortaleza, prisionera de su marido Enrique II, sin que ninguno de sus hijos se acordara de ella

A partir de entonces Leonor, apartada de las decisiones políticas, se retiró a su adorado Poitiers muerta de celos. Desde allí atrajo a los mejores poetas y músicos de la época. Su corte ya de por sí refinada gracias a su carácter de frontera ligüística del mundo francés y occitano y a sus buenas relaciones con Normandía, Bretaña e Inglaterra, fue un foco cultural de primer orden. Y lo hizo en compañía de su hijo preferido, Ricardo Corazón de León, María de Francia, autora de los Lais, y de su hija María, que había tenido con Luis VII. Aquella fue una atmósfera refinada que influyó decisivamente en toda la literatura del siglo XII y fue también el primer núcleo feminista en el que las mujeres buscaron defender su diezmada libertad.

leonor de Aquitania

El deseo de equiparar a los hombres preocupaba a Leonor y ésta se vengó a su manera inspirando el fino amor, el amor literario de los trovadores. Pero entre poema y poema Leonor también tuvo tiempo de urdir una venganza, un maquiavélico plan contra su esposo, que consistía en enfrentar a sus cuatro hijos varones (Enrique, Ricardo, Godofredo y Juan), tan ambiciosos como ella, contra su padre. No tuvo suerte, Enrique II la descubrió y la encierró. Desde entonces y a lo largo de 16 años, Leonor deambuló prisionera de fortaleza en fortaleza sin que ninguno de sus hijos se acordara de ella.

La libertad le llegó con la muerte de su esposo en 1189. Este, enfermo y traicionado, tuvo que enfrentarse solo a la elección de su heredero. Y no lo tuvo fácil. Enrique II debía decidir entre la razón -otorgar el poder a Ricardo Corazón de León (a quien le correspondía el trono tras la muerte del primogénito Enrique)-, y los dictados de su corazón, que querían dar el poder a Juan Sin Tierra, su ojo derecho a pesar de su crueldad y su locura. Finalmente, pudo la cordura y Ricardo I se sentó en el trono. A su lado siempre estuvo Leonor que, ahora sí, iba a tomar las riendas de la historia, a ser reina indiscutible a sus 67 años.

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Las feministas en la Edad Media

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EL BLOC DEL CARTERO

Señala uno de nuestros lectores, con razón, que hemos aprendido a convencer a la ciudadanía de la necesidad del ejercicio físico, hábito sin lugar a dudas saludable –dentro de las condiciones de cada cual– y que redunda en una calidad de vida superior a la que proporciona el sedentarismo. La prueba la tenemos en el aumento sostenido de los gimnasios y de la clientela de estos, hasta alcanzar a una cuota muy significativa de la población. Bien por nosotros. Por desgracia, no tenemos tanto éxito en persuadir a la población de las bondades de la lectura, un hábito no menos saludable y acrecentador de la calidad de vida, tanto desde el punto de vista individual como comunitario. Las bibliotecas aumentan poco y su clientela más bien tiende a descender. Mal por nosotros. ¿Pensamos en hacer algo?

LA CARTA DE LA SEMANA

Ideas que no supimos ver

Asisto atónito a la lucha encarnizada por la autoría intelectual de la circunnavegación a la Tierra, realizada por Fernando de Magallanes, Juan Sebastián Elcano y los 239 valientes que, muchas veces, son relegados a un segundo plano. Alguien me dijo una vez que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Me gusta mirar los acontecimientos con la medicina que lo cura casi todo: el tiempo. Ese tiempo en el que un rey no supo ver lo que tenía ante sí, y su homónimo en un reino vecino sí. Es lo que hoy podríamos llamar ‘una fuga de cerebros’. Portugal, entonces, no supo creer en sus mentes más adelantadas, y es un golpe que debe encajar en favor de España, que sí creyó y financió. Sin embargo, pido calma, no hagamos leña del árbol caído; puede que dentro de 400 años, en 2419, debamos ser nosotros los que encajemos el duro golpe de conmemorar en favor de otro país, digamos Estados Unidos o Alemania, el éxito de un español, que marchó como tantos jóvenes, con brillantes ideas en su cabeza, y al que en su país de origen, España, no supimos ver ni financiar.

Luis Castilla Pérez (Sevilla)

Por qué la he premiado… Por la sensata invitación a trocar orgullos patrioteros, nacidos de la pasada gloria, por la inteligencia para ganar el presente.


El futuro de Europa

Recientemente, asistí en mi universidad a un coloquio acerca del Estado de derecho. En cierto punto, uno de los participantes pidió que levantasen la mano quienes supieran con certeza a quién votarían en las futuras elecciones europeas. De los más de cien asistentes, solo seis levantaron la mano. Los jóvenes –esa parte de la sociedad olvidada hasta la próxima campaña electoral– no comprendemos qué nos jugamos el próximo 26 de mayo. Y quizá no es solo culpa nuestra. El desamparo ya mencionado no se refleja solo en medidas económicas, educativas y sociales no promulgadas en nuestro favor, sino, además, en la propia representación. Si cambiamos de fecha, a un tal 28 de abril, y hacemos la misma pregunta, los resultados serían similares. Ninguna de las cinco grandes alternativas parece representar a nuestros jóvenes, que se sienten huérfanos. Y no pretendo colgarme el cartel de ‘Portaestandarte de la Juventud’, sino advertir que más de un millón de nosotros votaremos por primera vez, y si no sabemos qué nos representa en nuestro propio país, ¿qué haremos en Europa?

Andrés Pelayo Alfonso, Aravaca (Madrid)


‘Mens sana in corpore sano’

Según la Encuesta de hábitos y prácticas culturales, que elabora el INE, un 41,3 por ciento de los españoles no lee ningún libro al año. En cuanto a la media de tiempo que invertimos en esta actividad, estamos a la cola de Europa, con siete minutos diarios (frente a los 225 que dedicamos a la televisión). Mientras tanto, un 46,2 por ciento de la población acude al gimnasio cada semana, y figuramos entre las cinco naciones europeas con más inscritos. Si bien la máxima mens sana in corpore sano resulta tan válida hoy como lo fue para griegos y romanos, el orden de los sintagmas en la frase no debiera sernos indiferente.

Jesús Manuel Suárez Liste, Baiona (Pontevedra)


Instrucción bilingüe, un arte

Escribo esta carta para aclarar algunos puntos del artículo Asnos bilingües, de Juan Manuel de Prada, del 3 de marzo. Considero que aporta un punto de vista sesgado hacia la educación bilingüe y no explora sus beneficios. Cuando Prada menciona el vocabulario abstruso de algunas asignaturas como Biología, los ejemplos que da son desafortunados ya que se trata de cognados, palabras que comparten significado, ortografía y pronunciación similares en español e inglés. ‘Estambres’ y ‘pistilos’ serian stamens y pistils, ‘orogénesis’ es orogenesis y ‘fallas tectónicas’ se dice tectonic faults. Si usted a su alumno le muestra un visual de una planta y le proporciona estos conceptos en ambos idiomas, le está comunicando que el inglés no es tan complicado, que está a su alcance y que tiene muchas similitudes con el español. Pero enseñar una lengua a través del contenido es un arte y una especialidad que lleva tiempo aprender. ¿Se les ha hablado a estos profesores del método SIOP (Protocolo de Observación del Inglés Protegido o Sheltered Instruction Observation Protocol)? Desconozco si una instrucción bilingüe es el mejor modo de aprender contenido; sí sé que a través del contenido es la mejor manera de aprender un idioma.

Roberto Rodríguez Vesga (Correo electrónico)


Soy una persona

Un sábado de invierno, uno de esos días en los que el viento clava sus gélidas garras, siguiendo mi costumbre, fui tras desayunar al quiosco a comprar la prensa. Práctica que, en estos tiempos, me convierte en una rara avis, pero les diré que me eduqué en la Galaxia Gutenberg y necesito cada semana lo que Manuel Rivas denomina «una dosis táctil de sensibilidad tipográfica». Ya había cogido la prensa cuando me percaté de la presencia de una señora con su hijito (¿o hijita?). La niña (¿o niño?), de unos cinco años, tenía la cabeza enfundada en un gorro de lana y una gruesa bufanda protegía su cuello y ocultaba parte de su rostro. A ella se dirigió un señor de provecta edad y, sonriendo, le preguntó: «¿Eres niño o niña?». Ella (¿o él?), en un tono seráfico y con un chispazo de inteligencia, respondió: «Soy una persona».

Pedro Miguel Ansó Esarte (Pamplona)

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¿Qué debe hacer un buen médico?

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¿Qué debe hacer un buen médico?

Mi hermosa lavandería

Llegamos a su consulta cansados. Es viernes por la tarde: ese momento fatídico donde todos los avatares de la semana se dejan caer como un plomo sobre nuestros hombros y lo único que secretamente deseamos es tirarnos en el sofá en un semicoma etílico y mirar fijamente el televisor sin importarnos si está encendido o apagado. En la sala de espera dormita un chaval con su madre, que hojea una de esas revistas ajadas de las consultas de los médicos, que en la portada muestran una boda, cuyos contrayentes hace años que se divorciaron. Es una de esas consultas con varios despachos, cuya atroz frialdad aceptamos con resignación, como una antesala de algo ominoso y terrible que quizá nos espera tras las puertas A, B, C o 14A. Tras unos veinte minutos, el doctor nos hace entrar. Hace más o menos veinte años que Luis Torres Palacín no sólo me atiende a mí, sino a toda mi familia como médico de cabecera y, cada vez que lo vemos, su calidez nos hace olvidar la habitual frialdad del metacrilato y la madera falsa de la decoración de las consultas por las que ha pasado. Contarle nuestras cuitas de salud siempre conlleva contarle cómo nos va la vida y de ahí salen los vínculos que él siempre establece entre el corazón (o los riñones o la piel o los ganglios) y la cabeza. Encontrar un médico que te escucha con atención y que desbroza pacientemente la raíz de lo que nos pasa, sin inmediatamente escribir mil y un volantes para otras tantas pruebas, es hoy en día un milagro. El acercamiento humanista y holístico que instintivamente realiza este doctor es el reverso de lo que parace ser el denominador común de la práctica médica cada vez más enfocada a los mil y un test, a las mil y una pruebas, a las tropecientas pastillas. Es una manera de mirar la medicina tranquilizadora, nunca culpabilizadora. Constructiva, humana, serena, amable y, por encima de todas las cosas, empática: el médico se convierte entonces en un interlocutor que no se coloca por encima de ti, como el arcano que posee todos los secretos de un cuerpo que es tuyo pero que a veces sientes que no te pertenece o te aterra que te pertenezca, sino a tu lado. Muchas veces hay médicos que juegan con nuestro miedo para generar una confianza ciega que aceptaría a pies juntillas lo que fuera, con tal de tener la seguridad de un diagnóstico, aunque fuera tremendo. Y otras veces el cansancio de consultas llenas de enfermos hace que, lógicamente, no pueda darse el espacio necesario para una comunicación real entre médico y enfermo. No es el caso de Luis Torres Palacín, que con amabilidad y firmeza nos tranquiliza, aleja nuestros más acendrados terrores y nos manda a casa con una sonrisa, un abrazo y la certeza de saber que googlear obsesivamente lo primero que nos pasa –un temblor, un lapsus, un dolor repentino– no es la mejor idea para alcanzar una edad provecta con salud.

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‘Alegría de vivir’ (fuego y ceniza)

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‘Alegría de vivir’ (fuego y ceniza)

Palabrería

Estremecimiento. Alegría de vivir es una canción triste. La escribió, tocó y cantó Ray Heredia, al que la heroína le dio un pico mortal con solo 27 años. El guitarrista Josemi Carmona, que con su hermano y su primo han resucitado el grupo Ketama, que fundó el mismo Ray, le hizo un homenaje con un estremecimiento de cuerdas. Lo acompañó Antonio Serrano con la armónica, que hasta esa tarde iluminadora había sido para mí un instrumento sin peso, hecho para nostálgicos de las fogatas, los adictos a la melancolía y los cowboys solitarios.

Escepticismo. Antonio había colaborado con Paco de Lucía y vencido su escepticismo de que la pequeñez que se lleva a los labios pudiera ser atendida por grandes auditorios. Escuchar el virtuosismo sin ostentación de Josemi resultó emocionante, pero ver a Antonio sacar chispas del metal fue una invitación al fuego. Tras aquello recordé una actuación –sepultada durante un par de décadas en el cieno de la memoria– de otro talento de la armónica, Charlie Musselwhite, en el club de BB King en Memphis, pero fue un estímulo de baja vibración respecto de lo que sucedió un lunes en el auditorio del Basque Culinary Center, en San Sebastián.

Volandera. Lo excepcional de la cita era que los músicos concluían la primera jornada del congreso (¿o anticongreso?) Diálogos de Cocina, organizado por Euro-Toques, el restaurante Mugaritz y el Basque, coordinado por la periodista Sasha Correa y el sociólogo Iñaki Martínez de Albéniz y liderado por el chef Andoni Luis Aduriz, una mente volandera que trabaja en red. No hablo de la red inmaterial que nos une y nos desune, sino de la física, que sostiene el pescado y deja pasar el agua. Retiene, así, lo sólido, lo que alimenta.

Habitabilidad. En un tiempo en el que se habla demasiado de cocina, Diálogos es –por coherencia– bianual. La intención, no exenta de estética, es reunir durante un par de días a gente diversa para que converse/discuta más allá de la cocina o desde la periferia de la cocina o desde cualquier lugar en el que la cocina arda o sea ceniza. Lo singular es que invitan a conferenciantes que jamás subirían a un escenario de un simposio convencional, donde los héroes –y algún villano– de la especialidad cuentan descubrimientos, exageraciones y triunfos, aunque nunca los fracasos. Diálogos debería ser un punto de partida para repensar las reuniones gastronómicas, aplicable a otros géneros: ¿sería interesante que un arquitecto criticara la habitabilidad de los hospitales en un certamen médico?

Hígado. Sentado entre Juan Mari Arzak y Pedro Subijana, a modo de ufana loncha de jamón, atendí las palabras de JR, el artista francés de las gafas de sol que estampa retratos gigantescos en lugares inverosímiles como las favelas o la valla que separa México de los Estados Unidos y del que se asoma un niño de proporciones gigantescas. O al activista trans Pol Galofré –demasiado nervioso pero contundente– que documentó la publicidad que exalta al hombre y degrada a la mujer. O a Bel Coelho, la cocinera brasileña del restaurante Clandestino, que defiende la Amazonía no solo como pulmón, sino también como hígado y riñón. O a la psicoanalista venezolana Mariela Michelena, que introdujo la potente idea de que un bebé se come a la madre cuando mama (y donde por fin cobra sentido la frase «este niño no me come»).

Desdicha. Para enganchar a los 250 asistentes pensaron una estratagema: en el programa no había nombres, solo conceptos, así que para saber qué sucedía a continuación era imperativo quedarse. Quien se largó antes de hora no supo de Josemi y Antonio. Se les pidió que hablaran de la pasión, cosa que hicieron, aunque el mejor discurso fue con la guitarra y la armónica. Tocaron Alegría de vivir en último lugar. Saber que su autor había muerto de mala manera lo irrigaba con desdicha. Y, pese a todo, fue un final muy feliz.

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El mercado de las armas

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El mercado de las armas

Artículos de ocasión

Es interesante estudiar el mercado de las armas. Desde que viví en Estados Unidos y aprecié el poder que tenía el lobby del rifle, gracias al cual podía adquirir una pistola por correo como me recomendaban algunos compañeros de clase que hiciera, fui consciente de que las leyes y el acceso comercial dependen de la fuerza del dinero. A ratos, en España, país fabricante de armamento con gran tradición y calidad, saltan noticias un poco incómodas. Ya nadie recuerda la polémica por la fabricación de fragatas de guerra para Arabia Saudí en los días en que su Gobierno descuartizó a un periodista disidente. Fue interesante ver la pugna de un país por preservar la moral y vender armas. El ejercicio nos costó bastantes fracturas de amor propio, porque el empleo, en un país de enorme paro y precariedad, nos impide comportarnos como campeones del pacifismo, que ya nos gustaría. En ese ridículo andamos cada vez que nos enfrentamos al comercio de armas. Hace años, el Gobierno español de entonces tomó el toro por los cuernos y decidió que el mejor ministro de Defensa que podíamos tener era un vendedor de armas, un comisionista entre estas empresas del ramo y los gobiernos. De esta forma, el negocio quedaba al amparo de la unidad militar, así nos confiamos como ciudadanos en que nuestra defensa nacional y la venta de armas formaban parte de una misma rama de intereses. Lo cual no es cierto del todo, aunque pueda serlo en parte.

Hace unos años también fue escandaloso que el Gobierno de derechas que condenaba al poder venezolano le vendiera sin recato armas de ataque. Son esas contradicciones que estallan en nuestra cara cuando nos matan en nuestras propias ciudades con armas que fabricamos nosotros mismos. De esta contradicción te curas cuando vives en Estados Unidos, allí te enseñan que los negocios no tienen moral y el dinero manchado de sangre vale igual que el dinero limpio, si es que existe tal cosa. Durante años hemos asociado la venta de armas españolas con un ejercicio de equilibrio comisionista donde salían premiadas algunas intermediaciones de muy alta jerarquía nacional. Por eso resulta tan sano que en las últimas semanas vayamos conociendo detalles sobre el fraude en Defex, la empresa pública del ramo. Comisiones, robos, desviaciones particulares han llevado a la Audiencia Nacional a intervenir las cuentas, al SEPI a liquidar la empresa y a los investigadores a tildar al contubernio de organización criminal internacional. A la espera de las condenas y el juicio, será mejor no entrar en los detalles, pero lo extraordinario es haber logrado extraer del secretismo más absoluto un negocio que escapa a nuestro radar.

El Ejecutivo decidió liquidar la empresa tras las certezas del daño reputacional al país. Nacida en 1972 como empresa semipública dedicada a la exportación de armas, en 1990 amplió sus fines. Intrincada con empresas privadas, los intermediarios han hecho fortunas con el asunto. Esa esfera entre lo público y lo privado ha premiado, además, a algunos políticos elegidos a dedo, con ese concepto tan chusco del compañero de pupitre, que han ganado en comisiones lo que no llegaremos nunca a conocer. Como ejemplo, digamos que la alarma estalló, nunca mejor dicho, cuando los contables de Luxemburgo se extrañaron de una transferencia de nada menos que 41 millones de euros en la cuenta de Defex hacia una empresa privada. Países como Brasil y Angola figuran en las investigaciones, así como un hermano de Ignacio González y una sobrina del mítico doble agente Paesa, lo cual ha terminado por atraer las narices de la prensa. Ese gremio con tan mala prensa, valga el chiste, pero tan necesario para llegar a saber algo en nuestro mundo. Más aún cuando queremos saber, cuando tenemos derecho a saber lo que sucede también en esos sectores de los que nos preferimos mantener a distancia higiénica, como si no fueran parte de nuestra economía, de nuestra intrínseca manera de cuadrar el balance nacional. Mientras preparaba este artículo, un alto cargo de Defensa durante el mandato de Cospedal en la cartera ha encontrado acomodo en una empresa de armamento contra el criterio oficial de incompatibilidades y el anhelo social de frenar las más descaradas puertas giratorias. No hay remedio. Toda arma, tarde o temprano, se te dispara en el pie.

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